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Fracaso. Menuda palabra, ¿eh? Impacta solo con leerla y si la pronuncias en voz alta te llena la boca. Si a eso le sumamos las connotaciones que acompañan a su significado y todo lo que nos viene a la cabeza cuando la oímos, lo que nos queda es algo feo y de lo que tratamos de huir. En un momento como este en el que es casi más importante aparentar que has triunfado que el hecho en sí de haber triunfado, conviene recordar algo que puede pasarnos de largo. El fracaso es el primer paso hacia el triunfo.

En estos días de Juegos Olímpicos donde auténticos semidioses y semidiosas se juegan en un puñado de segundos el estricto trabajo y sacrificio de muchos años, tendríamos que ser todavía más conscientes del peso de una palabra como «fracaso» y ser conscientes de la importancia positiva que tiene fracasar.

En un escenario deportivo, por ejemplo, o en cualquier ámbito de la vida, la opción de no ganar entra, es muy posible y para nada es culpa nuestra, salvo que el resultado no sea más que la obcecación y la suma de muchos actos nuestros que justifican lo que acabe pasando. En una situación real, en la que pierdes o ganas por una serie de motivos que crees que no están en tus manos, la primera derrota no es culpa tuya. No fracasas. La primera ‘no victoria’ debe servirnos para asumirla, analizarla, entenderla y, consecuentemente, ponerle la solución adecuada para que no se repita. Encabronarse, gritar, insultar o soltar un berrinche no sirve para nada más allá de soltar la tensión del primer golpe. Fracasar te da la oportunidad de aprender y tu voluntad de querer hacerlo determina tu actitud y qué tipo de persona eres.

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En nuestra sociedad estamos prostituyendo conceptos como «sacrificio», «esfuerzo», «tenacidad», «compromiso»… Queremos ganar un partido de fútbol sin haber tocado un balón en nuestra vida. Queremos aprobar y pasar de curso sin haber abierto un libro. Y, ante situaciones similares, hay muchos adultos que, para evitar un berrido, prefieren torcer el brazo.

Una sociedad que no fracasa y aprende del fracaso es una sociedad condenada a no crecer, a no mejorar, a no tener la capacidad de afrontar sus problemas y superarse. Es una sociedad débil.

Deberíamos valorar más y mejor las derrotas porque, en contra de lo que muchos piensan, en realidad nos señalan el principio del camino hacia la victoria. La diferencia entre nosotros y los que están participando en los Juegos Olímpicos es que mientras nosotros, desde el sofá vemos como una decepción una medalla plata, la mayoría de ellos lo ven como el paso previo a levantar el oro. Y me mantengo, sigo prefiriendo un fracaso del que aprender que disfrutar de una victoria que no merezco.

dgelabertpetrus@gmail.com