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Una de las cosas que, aparte de su belleza, más asombran de la capital italiana es la enorme cantidad de fuentes que hay por todas partes. Algo más de 2000 en toda la ciudad. También las muchas plazas que existen y casi todas con su correspondiente iglesia. Y su fuente, claro. También he comprobado como la circulación tiende al caos, cosa usual en Italia. Y también he visto una ingente cantidad de edificios gubernamentales o administrativos, todos ellos    guardados y custodiados sin disimulo por el Ejército.

Para visitar una ciudad y apreciarla tienes que andar. Y mucho. Y nosotros decidimos que el primer día teníamos que dar el do de pecho porque al siguiente estaríamos en el Vaticano visitando sus Museos y eso da para muchas horas. Así pues salimos a las 8,30 de la mañana del hotel en el Trastevere, cruzamos el Tíber, pasamos ante el castillo de la Orden de Malta, llegamos al Circo Massimo (donde se filmaron las escenas de las carreras de cuadrigas de la película «Ben-Hur», ahora convertido en provisional centro de vacunación), y dejando a la izquierda el Arco de Tito llegamos al Arco de Constantino y al Coliseo. Lo están reconstruyendo. Ya se ha dicho todo sobre este monumento. Me abstengo de usar más adjetivos pero me acuerdo de Jesulín.

Afortunadamente el tiempo nos acompaña porque no hace ni frio ni calor. Ni llueve como estaba previsto. Un tiempo excelente para andar. Inasequibles seguimos por donde los Foros de Nerva, César, Augusto y Trajano. Allí recordé a los escolapios cuando nos hacían retener los nombres de los emperadores romanos. ¡Qué diferencia con la enseñanza actual donde fot qui fot i tira p’envant encara que no haguis aprés res!

La Fontana de Trevi es un clásico de la ciudad al que aportamos el euro de rigor con tan mala suerte que casi doy al limpiador de la fuente con la moneda. ¡Vaya por Dios! Cada pocos días limpian el fondo mediante una manguera succionadora que va engullendo todas las monedas que ha tirado la gente hasta el punto de que ese dinero se ha convertido en una importante fuente de financiación para la ciudad.

Animados por un helado maravilloso continuamos hasta las escaleras de la Plaza España no sin antes pasar por la embajada española ante la Santa Sede ubicada a pocos metros de dicha plaza. Mi imaginación se desborda. Creo ver a Audrey Hepburn.

Desde allí ya se entra en el barrio comercial más ‘fino’ de la ciudad. La calle Condotti es lo que el Triángulo en Milán, los Champs-Élysées (Montaigne, George V) en Paris, o la Milla de Oro de Madrid. No es el tipo de tiendas que me interesan ni me gustan sus artículos. De hecho a la mayoría los encuentro simplemente horrorosos.

Atravesamos la Via del Corso y nos tomamos un Campari con soda en la Piazza de Pietra ante una fachada (del Templo Adriano) apabullante de once columnas grandiosas y maravillosas. Ya es casi la 1 del mediodía, llevamos ya más de cuatro horas caminando. El cuerpo siempre resiste mejor en las excepcionalidades que en la normalidad. Seguimos. Pasamos ante el Panteón y atravesamos la Plaza Navona. Comemos unos gloriosos Fettuccine Ragú en la tradicional Osteria da Fortunata. Regresamos al hotel después más de cinco horas de admirar y degustar historia.

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Al día siguiente nos esperaban los Museos Vaticanos. Otro palizón. Otra vez Jesulín. Ya acabó la restauración de la Capilla Sixtina. El Juicio Final te advierte. La Guardia Suiza impone. Se lo toman muy en serio. Son eficientes y te informan bien. Lo peor del Vaticano es que el bar de la plaza interior sirve las cañas sin espuma. Deberían solucionar este problema.   

Dos noches cenamos en la Trattoria da Paolo cerca del hotel. Imposible sentirte más integrado en Roma. Local pequeño, ambiente semi antiguo, manteles a cuadros, fotos del Papa y alguna imagen de vírgenes que nos recuerdan que hay un más allá del postre. Y especialmente una ‘Mamma’ de libro. Gorda, pechugona y sonriente. Yes, we are in Italy. La comida casera es auténtica. Pasta hecha al instante. Granossobucco. La segunda noche somos vecinos de una mesa con una docena de monjes y monjas (que conste que no imito a los podemitos/as), que deben de provenir de algunas de las instalaciones religiosas de los    alrededores. Algunos de los hombres tienen muy buen aspecto y podrían ser muy atractivos para una mujer.

La última mañana nos perdemos por el sugerente mercadillo de Porta Portese. Luego nos espera al pasta y Fiumicino. Por cierto que los calamares a la romana no tienen una clara procedencia. Algunos los explican cuando los jesuitas del siglo XVI rebozaban el pescado en tiempo de Cuaresma tempora ad Quadragesimae para darle un punto de gracia. Así, la témpora vendría del italiano tempora y de ahí a la romana.

2 Notas:

1- ¿Tuvo remordimientos el sr. alcalde de Mao en el acto de presentación del barco «Ciudad de Mahón»? En dicho acto el alcalde agradeció a la naviera Grimaldi que «rebautizara el buque con el nombre de la ciudad». ¿A qué estamos jugando, chicos? ¿Lo elimináis y luego lo reivindicáis? ¿Cinismo o    incoherencia total?

2- Ciclismo ¿otra visión o simple provocación?: Bajo el título de «la bicicleta es la muerte lenta de nuestro planeta» el CEO del Euro Exim Bank Ltd. hizo reflexionar a los economistas cuando dijo: «Un ciclista es un desastre para la economía del país: no compra autos y no pide dinero prestado para comprar. No paga pólizas de seguro. No compra combustible, no paga para someter el auto al mantenimiento y reparación necesario. No paga estacionamientos. No causa accidentes graves. No requiere autopistas de más carriles. No se vuelve obeso.

La gente sana no es necesaria ni útil para la economía. No compran medicamentos. No van a los hospitales ni a los médicos. No agregan nada al PBI del país. Por el contrario, cada nuevo punto de venta de Mc Donald crea al menos 30 puestos de trabajo, hace trabajar a 10 cardiólogos, 10 dentistas, 10 expertos dietólogos y nutricionistas». Elige cuidadosamente: ¿Ciclista o Mc Donald? Vale la pena pensarlo. PD: Caminar es aún peor. Los peatones ni siquiera compran una bicicleta. Sí, eso dijo este CEO.