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Nos toman por tontos. Y por tontas. E Incluso por tontes. Se celebra en Madrid la cumbre de la OTAN en una época en la que nos tienen machacados hasta el hartazgo con la concienciación de ser ecorresponsables en la lucha por el cambio climático y la cita, por momentos, ha servido para ver quién contaminaba más. Como en una lucha de nabos. De los de la huerta, no seas mal pensado.

Más de 2.000 personas se han desplazado hasta Madrid con sus aviones privados, sus limusinas y toda la parafernalia que ha colapsado el día a día de la ciudad. En un momento en el que la energía está por las nubes y el precio de los carburantes sigue subiendo no se sabe muy bien si por la avaricia de los productores, la guerra (que sirve de excusa hasta para subir las cuotas en las comunidades de vecinos) o la brillante idea de subvencionar el litro de gasolina, en lugar de fijar precios máximos, se han pegado un homenaje a cuenta del contribuyente sin ningún miramiento.

Después de que cada Estado se haya gastado un porrón de millones en la performance madrileña, ahora solo falta que nos vengan a decir que tenemos que controlar la temperatura del aire acondicionado para no encabronar el planeta o de lo contrario estaremos abocados a la desgracia perenne. Yo lo entiendo, la verdad, compartir jet es de pobres. Incluso entre los cargos y las cargas públicas de un mismo país. Y en la reunión de propietarios lo último que se quiere es aparentar que no te alcanzan para los caprichitos.

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No me cabe la menor duda de que se han tratado temas muy importantes -aunque en la guerra de Ucrania y otros conflictos siguen muriendo personas y creo que alguien debería entender que poner cara de pena y consternado no basta para frenar ninguna matanza-, de que a nivel turístico ha sido muy positivo para Madrid y para España que todo el mundo viera a los líderes de cañas, pinchos y selfies por diferentes puntos de la ciudad.

A mí, lo que me da, es que se podrían haber organizado un poquito mejor para que no se viera tanto el plumero. Apostar por una movilidad más sostenible, limitar el número de asistentes por comitiva o, incluso, alquilar un bus, como en las bodas, lo que seguro hubiese limado asperezas al son de «Había un bombero» y otros ‘hits’ musicales por el estilo.

La verdad es que, como reunión de vecinos, han dejado el listón muy alto. A mí ahora solo me apetece ir a la mía con helicóptero, encontrarme exquisitos canapés de solomillo de bisonte casi extinguido o de sandía, que creo que tienen el mismo precio, y poner el aire acondicionado a 24 grados. Lo sé, sobrevivo por encima de mis posibilidades.