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De cada vez nos cuesta más mantener todo aquello que conlleva valores, tradiciones y yo diría que hasta los sueños, no los del dormir sino aquellos imaginados que solíamos construir sacados de la nada y cuyo ingrediente principal era la imaginación. Intentamos mantenerlos y se nos van por entre los dedos de las manos como agua, ese cada vez más preciado liquido al que prestamos poca atención porque el grifo es generoso. Me cuesta creer que nuestra Isla rodeada de mar no se decida a poner en marcha ya y de forma definitiva alguna desaladora.   

Es hora ya de dejarse de estudios y planificaciones y pasar a la acción o de lo contrario vamos a pasarlo muy mal.    Mi apoyo total a que desaparezcan las duchas en playas y que cada uno utilice las de su casa para sacarse el rebozo de arena pues al fin y al cabo, quien se ducha en la playa vuelve a hacerlo en su casa u hotel.    En estos momentos una suave brisa de nuestra tramontana me ha transportado a épocas    pasadas donde la abundancia de casi todo nos parecía inagotable, salíamos de obligadas escaseces para bebernos a grandes tragos todo aquello que se nos ponía por delante sin pensar ni por un instante que todo podría llegar a su fin el día menos pensado, estamos pasando de los sueños a la más cruda realidad.