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Cualquier persona natural de Alaior o residente en la localidad, difícilmente habría llegado a la conclusión de que las manifestaciones eufóricas de la fiesta de Sant Llorenç han de tener límites en determinadas circunstancias, no solo en aquellas en las que se cometan faltas o delitos.

Por eso, levantar a hombros a un policía local de servicio en la plaza a rebosar al final del jaleo dominicial había quedado como una acción naturalizada en el contexto festivo, por supuesto, contemplada por todos los locales con simpatía. Es, probablemente, como sugieren desde el cuerpo policial y el  Ayuntamiento -callado ante la que le ha caído encima- una muestra de agradecimiento del pueblo a sus agentes en un momento de exaltación festiva cuando la gente baila y salta en el marco de la fiesta. Quienes toman la iniciativa de ir a buscarlos y darles un paseíllo por la plaza, no tienen otra intención que hacerlos partícipes del momento, como también hacen con el alcalde.

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Con toda seguridad, la acción arraigada en Alaior vivió su último capítulo este pasado domingo por la viralización del vídeo en el que se ve a los dos agentes con sus armas en el cinto a hombros de dos portadores. Los trece segundos que dura la captura de este vídeo han causado un revuelo justificado para quien desconoce la celebración. Ni los agentes dejaron de cumplir su cometido por ser izados y paseados unos instantes, ni tienen por qué perder autoridad para futuras intervenciones por ese protagonismo sobrevenido. Pero, más allá de esa consideración localista, desde fuera, las imágenes no se corresponden a la estampa que debe ofrecer un policía de servicio sea cual sea su motivo. Se entiende así la crítica de otros colectivos de seguridad y orden que se sienten perjudicados ante ella.

No es una visión lógica ni estética para el cuerpo policial. Hay otras alternativas para reconocer su trabajo y hacerles partícipes de la fiesta. Esa, la de llevarles en volandas por la plaza, mejor evitarla.