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Estos días he vuelto a ver en prensa más empeño en la idea de presentar vídeos enlatados, vinos que van con un aforo básico en 350 ml. La novedad estriba en lo atractivo de la nueva ocurrencia. Pero a los que nos gusta un buen vino y sobre todo conocer la historia del vino, ahora toca un análisis de los pros y los contras.

A mi modo de ver el vino enlatado tiene un hándicap en contra demoledor cual es no poder ver el color del vino que voy a comprar. En algunos casos concretos eso ya es suficiente motivo para no comprarlo. Fíjense en el siguiente ejemplo: todo buen aficionado a poner en su mesa un rosado de Navarra (he puesto Navarra porque posiblemente sea donde se puede conseguir el mejor rosado de los que se elaboran en España) sabe que un rosado hay que beberlo antes de cumplir un año de su embotellamiento por la tendencia que aún no han sabido corregir que tienen los rosados a ponerse amarillentos o de un rosado muy desvaído. Y claro, si veo ese color desnaturalizado ya sé que no es un vino que está en su mejor momento. Ya me explicarán cómo conocer esa quiebra del color en un rosado enlatado, al igual que en el envase tetra brik.

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En su día ya pronostiqué que para vino corriente sí, pero poco o nada para un vino de categoría. Imagínense una mesa de convite, una mesa de boda pongo por caso, llena de envases tetra brik; o en una bodega personalizada, a gusto de su orgulloso propietario, que tuviera por allí desparramados entre la noble capa de mohos que da los años y las telarañas unos cuantos envases de cartón; o esa otra inútil tentativa de la bolsa de plástico con un aforo de 5L y un grifo. Como dijo Juan Belmonte: «hay cosas que no pueden ser y además son imposibles». Del ánfora de barro a la lata de hojalata, encontraremos el espacio que atesora la historia del vino. Los que saben estas cosas dicen que cuando una cosa está bien, lo mejor que se puede hacer es dejarla como está. Dicho lo cual, tengo prisa en decir que no estoy negado ni al progreso ni a la capacidad creativa, incluso en aquello que en mi opinión está muy bien como está.

El vino en lata seguramente se abrirá camino entre mochileros, entre los que les gusta presumir de lo que no saben en la terracita a la vera de un vecindario cabreado por la escandalera que organizan. A estos últimos se les ve como innovadores. En puridad nada que ver con aquellos que toman una copa de un buen vino para disfrutar del placer que da la tierra cuando está bien tratada y su producción de uva ha ido a parar al bodeguero que prefiere la calidad a la cantidad. Un bodeguero que fía en un buen enólogo para lograr un gran vino, sabedor que sus cepas necesitan ir avaladas por la calidad que solo los años saben dar. Una viña joven y un vino viejo y noble no pueden ser. Un vinicultor con prisas por tener sus vinos en el mercado, seguramente logrará vinos para envases tetra brik o para meterlos de soslayo en una lata. Raro por no decir rarísimo, será que logre un vino noble, una buena reserva y no digamos una gran reserva, orgullo de quienes cuidan con esmero la viña, los que han acertado en el momento idóneo de la vendimia, los que ya terminada la fermentación llevan a cabo el coupage, palabra francesa que quiere decir muestra de vinos. En algunas bodegas llega a ser operación habitual, aunque tengo prisa en advertir que para nada sencilla, como es lógico, el resultado de un buen coupage, no se va a comercializar en una lata de hojalata.

Para quien quiera saberlo, diré que Menorca, a mi criterio, tiene a priori unas condiciones para hacer vino con la llamada «podredumbre noble». En alemán la conocen como «edelfoüle» y en inglés «Noble Rot». Con este procedimiento se obtiene una importante cantidad de glicerina que a la postre es lo que dará al vino untuosidad o suavidad excepcionales. Huelga decir a nadie se le puede ocurrir elaborar un vino así para acabar metiéndolo en un tetra brik o en una lata. He dicho que la «podredumbre noble» se puede conseguir en Menorca y baso mi opinión en que para ello la uva necesita la «colaboración» de un hongo llamado Botrytis cinérea que en otoño aparece sobre las uvas ya maduras. Para que el hongo haga su aparición hace falta tener sol y humedad, que es lo que en puridad provoca la aparición del hongo. El tokay húngaro se elabora con esta técnica. ¿Se imaginan un espléndido tokay dentro de una lata?... yo no puedo imaginar semejante cosa.