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Ya tenemos Ley de Bienestar Animal, que tanta polémica ha generado. No se entiende bien la crítica virulenta en contra salvo en el caso de aquellos que quieren tener animales y eludir cualquier tipo de responsabilidad. Lo cierto es que la norma impulsada por Unidas Podemos no gusta a quienes la rechazan de entrada y decepciona a muchos de sus defensores porque ‘gracias’ a la enmienda del PSOE se abandona por ejemplo a aves de cetrería y perros de caza, guarda, pastoreo o de trabajo, incluidos esos rescatistas que ahora asoman como héroes en los informativos debido al desastre del terremoto de Turquía. La ley nace descafeinada, por mucho que en este mismo diario uno de sus impulsores, Sergio García Torres, declarara que debían estar todos los canes amparados, que era su línea roja. ¿Dimitirá? Al final han cedido, pero la verdad es que era eso o nada, y una ley contra el maltrato animal en un país que demasiadas veces se ampara en la tradición para seguir con costumbres bárbaras, protagonizadas muy a su pesar por un ser que sufre, es ya en sí un logro. Ahora veremos cómo se desarrolla. Para el Partido Animalista es «un desastre», por todas esas exclusiones y porque la reforma paralela del Código Penal en materia de maltrato animal facilita la imposición de multas en lugar de penas de prisión. Del otro lado algunos hablan de sectarismo animalista, ironizan preocupados por si irán a la cárcel al pisar una cucaracha, mostrando ignorancia o cero empatía, o ambas.

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No permitir que críen perros y gatos de forma descontrolada; no dejarlos sin supervisión en casa un tiempo prolongado; no matarlos porque sí, sino con motivos para una eutanasia; mostrar a las personas que desean tener mascota todo lo que eso conlleva mediante un curso gratuito on line, porque no son juguetes; identificar y tener una trazabilidad de los animales; o eliminar una clasificación de razas peligrosas que es injusta, varía según cada municipio y se ha convertido en un modo de recaudar, entre otras medidas, parece juicioso. Lástima que haya animales de segunda, queda mucho por hacer.