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¿Cómo están queridos lectores? Atención, noticia flipante, las protestas ciudadanas han frenado la iniciativa del gobierno de Corea del Sur, en teoría la Corea buena, que pretendía establecer la jornada laboral en 69 hora semanales, la pregunta que deberíamos hacernos todos es: ¿de dónde han sacado tiempo los surcoreanos para protestar si su jornada laboral actual es de 52 horas a la semana? Mientras los habitantes de Seúl y sus alrededores van con más ojeras que un mapache, en Islandia tienen jornada de cuatro días y así se pueden hacer esas cositas que los humanos nos empeñamos en hacer como comer, dormir, cagar, lavarnos los dientes, tomarnos una cerveza con los amigos, cuidar y dejarnos cuidar por la familia, regar las plantas, respirar cogiendo aire por la nariz y soltándolo por la boca, acariciar un gato, combatir al fascismo, hacer memes cuando los políticos más forrados de extrema derecha, y de la izquierda naif, cobran un bono social para familias vulnerables, freír croquetas, ir un rato a la playa (si eres menorquín mejor, las playas más bellas, emoticono de ojito guiñado), o cantar en ropa interior por nuestra casa creyéndonos una estrella del rock.

Les juro que esta vez sé de lo que hablo, actualmente curro a turnos con los pros y los contras que tiene, pero tengo una jornada semanal digna que me permite eso que llaman vivir, y hasta saco tiempo para juntar letras cada semana y darles la turra, sin embargo hace unos treinta años, cuando tenía el pelo largo sin canas y unas gafas culo de botella de cava, trabajaba unas 70 horas semanales. Llegábamos sobre las diez de la mañana y cerrábamos sobre las ocho de la tarde, de lunes a domingo, parando solo veinte minutos para ingerir alimentos, cosa que realmente hacíamos en diez porque nos dejábamos cinco minutos para el cigarrito y otros cinco para una evacuación rápida. El convenio de hostelería servía para limpiarse el culo, cobrábamos la mitad en nómina y la otra mitad en un sobrecito marrón de estraza que a pesar de tener billetes en su interior desprendía mucha tristeza; esa era la realidad del mercado laboral, mientras por la tele salía un reguero interminable de casos de corrupción y pelotazos políticos, era cuando el país transitaba del funesto «felipismo» más corrompido al «aznarismo» más depravado, putrefacto y protervo, y todavía quieren pasar a la historia como grandes estadistas, increíble la osadía y la soberbia de tan perniciosos personajes.

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Pues más de tres décadas después los herederos de aquella chusma corta de moral y con los bolsillos llenos de pasta de los demás, piden eso de «trabajar más y cobrar menos», cuando ellos no han dado un palo al agua ni por equivocación, detrás de cada líder político neoliberal, pasado y presente, hay un vago incorregible, un corrupto vocacional y un    fascista en ciernes, eso es tan así como que si una cerveza IPA no amarga es una mierda, punto y pelota.

Dice el filósofo surcoreano, afincado en Alemania, Byung-Chul Han (del que ya habíamos escrito) que vivimos en la «sociedad del cansancio», vamos como pollos sin cabeza, currando y consumiendo, de un lado para otro persiguiendo una especie de «sueño americano», que además de ser un mojón, ni siquiera es nuestro, es sencillamente la zanahoria del capitalismo para que los hámsters no dejemos de mover la rueda. Y si todos nos paráramos y abriéramos unas cervezas, ¿qué pasaría?, no estoy seguro, pero intuyo que algo bueno, total, cada vez tenemos menos que perder. Lúpulo y feliz jueves.