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La complejidad de la estructura de la sociedad hace que sea muy difícil introducir cambios ya que el sistema reacciona a cualquier cambio y tiende a empeorar lo que se quería mejorar, la sociedad se auto-regula para que los de siempre la controlen.

Ya he mencionado alguna vez el caso típico de sistemas autoritarios que frente a una crisis económica, con subidas altas de precios de alimentos básicos, la intentan controlar fijando el precio de estos artículos. La reacción en muchos de estos casos es que los artículos cuyo precio se ha fijado van desapareciendo de los mercados y empiezan a aparecer en el mercado negro con precios aun más altos que antes del control. Ademas en este mercado negro suelen estar involucrados muchos de los que se supone tenían que hacer cumplir la ley.

Hemos visto un caso similar con la ley de «sí es solo sí». El objetivo de la ley es claro, aunque puede haber problemas con los detalles. Pero la llamada justicia española, que siempre se mueve lentamente, de repente tomó una gran cantidad de decisiones que iban en la dirección contraria a lo que la ley pretendía y liberaron a casi un centenar de violadores. Un éxito político contra los «malos» que gobiernan.

Ahora lo que me preocupa en este sentido es la llamada ley de Paridad. La igualdad entre hombres y mujeres es un problema complicado que no se puede pensar que se arregle simplemente por una ley. Pero hay dos aspectos que me resultan preocupantes y aun no sé que puede pasar al aplicar la ley.

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El primero es el concepto de paridad. Si tengo un sistema aleatorio de hombres y mujeres la cuasi igualdad del numero de ellos solo la veremos si miramos un conjunto muy grande. En grupos pequeños no se manifestará. Por ejemplo, si hubiera realmente igualdad esperaría que el numero de hombres y mujeres ocupando cátedras en todas las Universidades españolas fuere similar. Sin embargo, sí miro a un Departamento concreto de una Universidad eso no se puede esperar. Por tanto habrá que ver como aplican la    ley en estas situaciones.

Claro que si lo que miramos es un grupo pequeño pero representativo de uno grande sí esperaría    una cierta paridad. Por ejemplo, miremos el caso de los jueces. Hay unos 5.408 jueces en España, el 56% son mujeres y el 44% son hombres, por tanto no hay problema de igualdad, sin embargo si miramos al Tribunal Supremo siempre ha habido solo hombres, solamente en este año ha entrado una mujer. Las fotos anuales del inicio del año judicial son altamente significativas por la desigualdad machista.

En este caso, no creo que fijando una cuota de mujeres se mejorara la igualdad ya que el problema está en la forma que se eligen los miembros del Tribunal Supremo. Si no se reforma el procedimiento y no participan en la elección personas que no tengan mentalidad machista, nada se va a ganar, solo disimular la falta de igualdad.

El otro aspecto preocupante de la imposición de cuotas en el número de mujeres es que eso puede ser muy humillante para ellas. Si en una oposición se reservan plazas para mujeres, en muchos casos se considerara a las que hayan ganado que lo han hecho por ser mujeres no por sus méritos. Este tipo de situación la he vivido en el laboratorio que trabajaba en USA. Se impuso que cada departamento tenía que tener al menos una persona afro-americana. Entonces la reacción de muchos a los que entraban fue decir que «ese es el negro que nos ha tocado». Aumentó la actitud racista sin mejorar en absoluto el sentido de igualdad. Mientras estuve en el laboratorio no vi ningún caso en que la persona afro-americana se integrara en los departamentos.

Conseguir igualdad solo se puede hacer cambiando la mentalidad y actitudes machistas que aún impregnan la sociedad y eso no se cambia simplemente con una ley. Hay que actuar seriamente en educación y en oportunidades. Eso lleva años. Esperemos al menos que esta nueva ley sobre la paridad no empeore aun más la situación en que estamos.