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En el entorno natural y salvaje de Sa Figuera Verda, Ponç Pons, el poeta filósofo, lee, pasea, reflexiona, medita y escribe bajo la mirada franciscana de Il Poverello d’Assisi. Austero refugio de madera, libros y sa marina de Menorca. Silencio. Beatus ille.

Ha convertido la literatura en su manera de ser y de expresarse. Es un trabajo diario que exige perseverancia, templanza y rigor; con el resultado de un estilo propio en los    libros que ya ha publicado, donde hallamos los símbolos del microcosmos personal e íntimo del poeta de Menorca.

La anterior obra de Ponç Pons, «Els ullastres de Manhattan», sustanció las vivencias y percepciones de un viaje a Nueva York. Ahora, «Humanum est. Epigrames de Claudi Valeri», que difunde la editorial Quaderns Crema en sus cuadernos de poesía, es el resultado de una estancia en Roma.

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En la ciudad pontificia escuchó el escritor, local en Alaior pero universal gracias a su escritura, el eco de los clásicos latinos, concretamente en los epigramas, que define como «género esencial y sustancial».

Ponç Pons se transforma en Claudi Valeri, su alter ego, el heterónimo que nos habla desde un pasado muy presente. Hijo único, rico por herencia, pero sin interés por los negocios, no cree en los dioses ni en otras vidas. Sus dos grandes pasiones, la poesía y el amor, le conducen al mundo de las musas, que le inspiran al ser un    hombre que lleva los versos en la sangre.       

En marzo de 1997 definí el compromiso vital y exigente de Ponç con la literatura: «Va tejiendo un universo de símbolos y de imágenes que se engarzan para dar respuesta a sus inquietudes vitales. El autor se encuentra y se define a sí mismo en cada nueva obra».

Y aporté la frase nuclear, que incluye al final de «Estigma» (1995): «No puc ésser ni som més que literatura!». Ponç Pons, hoy Claudi Valeri que recorre las calles de la Ciudad Eterna, nos interpela y nos sorprende.