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Expresaba Carlín en «El País» su perplejidad ante la rabia que provoca Sánchez en muchos individuos comparada con su actuación. Le puedo dar mi visión de tal presunta paradoja por si eso ayuda a disminuir su desconcierto. Empezaremos por la «actuación» de Sánchez, que supongo que Carlín interpreta como cargada de logros. Soy de los que no se conforman con la iluminación que nos llega desde los medios «oficiales», entre los que incluyo aquellos que viven subvencionados por la entidad a la que deben alabar. Considero a «El País», «El Mundo» (y a tantos otros) rigurosamente incluidos en este epígrafe, de manera que diría que basar el conocimiento de la realidad solo en este tipo de medios dependientes es como intentar entender la guerra en Ucrania basándose en los partes que emiten las ídem o analizar datos con Tezanos.

Afortunadamente existen fuentes solventes e independientes que ofrecen una visión sólida sobre economía, política, historia etc etc, que son accesibles en plataformas como YouTube (aunque siempre hay que desconfiar de lunáticos y usar con tino el criterio propio para no dejarse embaucar por exaltados o intensos), que analizan los hechos sin la presión que ejerce quien te da de comer y que despliegan sus argumentos sobre sólidas bases ancladas en su acreditada formación y libertad de pensamiento (no viven de partidos ni de gobiernos sino de su credibilidad)

Pues bien, varias de esas fuentes sostienen que los logros económicos de Sánchez no son tan magníficos como cuenta su propaganda (menos lobos Caperucita, sería un buen resumen). En fin, no tengo conocimientos de economía pero sí comprendo que la deuda pública ha crecido sobremanera; entiendo las gráficas que sitúan a España a la cola de Europa en múltiples parámetros, comprendo que los fijos discontinuos cobran el paro sin ser contabilizados como parados, etc. (hay múltiples trampantojos en las estadísticas). Tampoco el flanco internacional del personaje es para tirar cohetes (Marruecos inexplicado); la mani del 8M (y Simón) aportan su manchita de grasa sobre los supuestos logros pandémicos y varias de las leyes aprobadas esta legislatura no animan a sacar pecho.

Pero mi mayor reproche no se dirige a los «logros» de Sánchez porque si bien en economía o sanidad soy lego, sobre decencia y compromiso con la palabra dada tengo algunas nociones aprendidas en el entorno familiar. Y en este campo la perplejidad de Carlín me deja a mí mismo perplejo, pues Sánchez obtuvo su mandato en base a promesas vehementemente expresadas que traicionó a continuación desde el minuto uno con pasmoso cuajo.

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Mis propios oídos han escuchado a Sánchez contestar en una entrevista (con un desparpajo inimaginable en una persona de bien) que no es cierto que él no sea fiable, que lo que ocurre es que ha tenido que tomar «decisiones difíciles» (se supone que por nuestro bien). No es complicado deducir, sin necesidad de retorcer los hechos, que las decisiones difíciles que ha tenido que tomar Sánchez se deben a que es en efecto muy complicado justificar que hayas traicionado tu palabra para mantener tu puesto. Máxime si ello incluye compadreos con gentes que pertenecieron (y no renegaron de dicha pertenencia) a bandas que asesinaron (incluso niños) con criterios ideológicos.

Personalmente no puedo perdonar su traición. Mucho menos su posterior blanqueo en tono frívolo durante entrevistas ensayadas (pobre Wyoming lamiendo culo) en las que se pitorrea con alarde de suficiencia (en esto es el puto amo) de quienes confiaron en él.

Si un amigo me traiciona pierde mi amistad. Si lo hace un presidente votaré en su contra. Sé bien que quienes le sustituyan (aunque estoy convencido de que repetirá; es más listo que sus adversarios) no mejorarán en nada mi vida, ni la suya amable lector (no es objetivo del líder político: ya tienen bastante con luchar por mantener sus privilegios a codazos), pero la dignidad me pide poner al menos un simbólico palito en la rueda del tipo con más caradura que mi memoria tiene documentado, y es lo que hago humildemente escribiendo estas tiernas líneas.

¡Que viene (o vuelve) el coco!