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Mi conciencia me dice que tengo que ir a votar. La fecha no es muy propicia, ya lo sé. Pero siempre habrá motivos para escaquearse. Los hay escépticos, decepcionados, pasotas o indignados. Cada persona es un mundo y el mundo está lleno de personas. Así que cada persona estaría llena de otras personas o personajes, según las circunstancias que le ha tocado vivir. Hoy no eres nadie y mañana puedes ser ministro. Mirando al planeta en su conjunto, somos unos raros privilegiados que podemos elegir a nuestros gobernantes. Incluso despedirlos si no cumplen sus promesas. Durante muchos años no pudimos hacerlo pero esa labor colectiva y apasionante que fue la Transición lo hizo posible. Deberíamos recordarlo.

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Me gustaría construir, entre todos, una sociedad más libre, justa y solidaria. Una convivencia sana y pacífica, sin ira, odio o intolerancia. Un país unido, con su rica diversidad, su patrimonio y sus diferentes opiniones o puntos de vista.

Aunque la tentación de irse a la playa sea grande, no sería bonito por mi parte dejar a los otros ciudadanos que aspiran a mejorar las cosas en la estacada. Descontando a los que voten en blanco, o su voto sea nulo o se abstengan, los demás decidiremos quién puede gobernarnos durante los próximos años. Mi conciencia me oprime con su voz interior y me dice que debo ser responsable. La pereza es un pecado tan nefasto como la envidia. Lo mejor es ir a votar y quitarse un peso de encima.