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El debate de investidura de Feijóo es la mejor muestra reciente de la polarización e inestabilidad política a las que está abocado este país.

A modo de conclusiones, en mi opinión, se pueden apuntar:

El resultado de 172 a 178 era el esperado. No ha habido tránsfugas entre los socialistas. Lo que no es una garantía para que la candidatura de Sánchez no encuentre obstáculos internos por el probable pacto con los independentistas.

Nuñez Feijóo tenía todo el derecho a presentar su candidatura. El Rey no se equivocó al proponer al candidato con más apoyos explícitos en su momento.

Feijóo sale fortalecido en su partido de este debate. Su tono determinante y la calidad de sus eslóganes, combinado con las medias verdades y algunas falsedades de fondo y forma, le afianzan en el liderazgo.

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El enfoque del debate por parte del PP tiene como objetivo el horizonte posible de la nueva convocatoria de elecciones. Están convencidos que perdonar a los catalanes les ha de permitir ganar los cuatro escaños que le faltan.

Feijóo ha aparcado las críticas a Vox y asume que solo puede gobernar con este partido y confía en las posibles elecciones de enero para demostrarlo.

Pedro Sánchez parece muy confiado en conseguir el pacto con ERC y sobre todo Junts, que, sin embargo siguen reclamando la autodeterminación y el referéndum, además de la amnistía que ya se da por pactada, aunque faltan detalles como qué hacer con el prófugo Puigdemont.

Esta subida de tono de los independentistas podría ser una pose para cerrar el pacto con una imagen de mayor esfuerzo y dificultad. La amnistia puede ser un rédito suficiente, de momento.

Los independentistas saben que ahora perderían un referéndum, cuya celebración con derrota enfriaría las ansias separatistas. Pero convocarlo es como poner un cascabel a un gato rabioso. Nadie se atreve a tanto, pese a su posible efecto terapéutico.

El pronóstico sigue siendo más inestabilidad y más polarización, en perjuicio de los ciudadanos.