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Aunque seamos racionales, abstractos, idealistas, utópicos e intelectuales, lo que da condimento y sensibilidad a la vida son los sentidos. Habrán oído hablar del sexto sentido y otros que se van descubriendo, pero antes había cinco. Y el sentido común. Tal vez por eso somos tan sensuales, intuitivos, sensibles e influenciables. Toda la información que llega a través de ellos la centraliza el cerebro. Nuestra mente procesa lo que recibe sensorialmente y lo interpreta a gran velocidad para poder tomar decisiones. Si algo parece absurdo, decimos que no tiene sentido. Seguro que han oído hablar de los cinco sentidos clásicos…

Vista: Lo conozco de vista. Tiene vista para los negocios. Si te he visto, no me acuerdo.

Oído: Lo sé de oídas. A palabras necias, oídos sordos. ¡Oído, cocina!

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Tacto: Tiene poco tacto para decir las cosas. Me gusta el tacto de tu piel.

Gusto: Estar a gusto con los amigos y a disgusto con los pelmazos. El gusto es mío. Hace un gusto raro.

Olfato: Algo huele mal en Dinamarca y en España. Tiene olfato de gol.

Sin sentido del humor, el resto de sentidos no cogen los chistes. Lo analizamos todo escrupulosamente, pero no le vemos la gracia. El humor es una forma de inteligencia que da risa. Frente a la ansiedad, la desesperación o la frustración, tenemos una poderosa medicina, arma o antídoto. Rían, sonrían o pártanse de risa. Recuerden que siempre habrá más catetos que hipotenusas. Eso es matemático.