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El turismo ha sido considerado como un factor económico poco importante para las ciencias sociales en general. Estas disciplinas han omitido de manera recurrente las aportaciones que se han hecho, toda vez que las lecturas preeminentes eran los análisis sobre sectores muy consolidados y en los que eran más visibles y detectables cambios técnicos y transformaciones relevantes. Pocas voces han reclamado una atención que es cada vez más necesaria, a tenor de los grandes cambios que se han operado en las estructuras económicas de los países avanzados y atrasados. Dos autores advirtieron sobre la importancia del turismo como sector determinante: el doctor Honoris Causa de la UIB J. Jafari (1979) y M. Crick (1989). Ambos destacaron las dificultades metodológicas para abordar el análisis del turismo, toda vez que su estudio acaba por ser transversal, con la integración de diferentes campos de especialización que, muchas veces, complica los trabajos de equipo. Pero el turismo de masas, como actividad importante en la economía y en la sociedad, se genera desde la postguerra, a partir de 1945-1950. La expansión de políticas públicas y la configuración del Estado del bienestar en Europa, suponen aspectos cruciales que explican la existencia de una demanda potencial de servicios de ocio. El turismo se vislumbra entonces como positivo para los países que empiezan a explotarlo: la entrada de divisas infería una inyección poderosa de dinero hacia sociedades que lo necesitaban y esto promovía la creación de empleos y paz social, lo que podía ser muy beneficioso para sociedades periféricas (como apuntó el geógrafo Christaller en 1963).

El turismo se ha observado desde perspectivas distintas. Por un lado, como un conjunto de actividades que han provocado cambios radicales en los territorios afectados, y nuevos escenarios sociales con la aparición de otros actores y relaciones de poder; economistas, politólogos y geógrafos son sus primordiales estudiosos. Por otro, como una fuente importante de externalidades ambientales, lo cual ha motivado la preocupación por establecer nuevas formas de medición –de carácter biofísico– al margen de las crematísticas; aquí destacan los economistas, los geógrafos y los biólogos. En este marco analítico, los estudios sobre los mercados de trabajo son relevantes. En tal sentido, un conjunto de investigaciones en diferentes años han puesto un énfasis preciso sobre un factor clave en el desarrollo de la actividad económica general, y turística en particular: la urgente necesidad de subir los salarios de los trabajadores, en un contexto de incrementos notorios en los excedentes de explotación –según el INE: al crecimiento de la renta nacional que va a las empresas– frente a las limitadas subidas de las mejoras salariales –la menor participación de la masa salarial en la composición de dicha renta nacional–. La cuestión sintoniza con revisiones que se están haciendo en Europa y que van en la misma dirección: la urgencia en estimular la demanda. Y aquí la actividad turística es clave.