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Hay quien, cual alfarero, va modelando con el barro de su oratoria su propio personaje. Para cuando se da cuenta que sus pies son de barro, suele ser demasiado tarde porque se ha desmoronado, hecho pedazos o como un ninot fallero, hecho pavesas por el fuego de sus propias soflamas incendiarias cuando debería en su función pública imperar el más elemental decoro.

Todo cargo público debería pasar para serlo un riguroso examen de predisposición hacia los conocimientos elementales de la educación. ¡Qué menos! Sin ese requisito no se deberían pagar los salarios que se pagan a los altos cargos para que encima se crean por eso que su dignidad es superior a la de un «mileurista». La dignidad no viene como un don añadido al dineral que algunos/as se embolsan a final del mes. Los hay que después de cobrar de dinero público 94.324 euros, se creen que eso les da derecho a lanzar amenazas: «os vamos a triturar», dirigido a una reportera por quien ya fue condenado en 2011 por injurias graves (código penal artículo 208); tuvo que indemnizar al doctor Montes por llamarlo varias veces «nazi» en televisión. El juez le impuso una multa de 30.000 euros (5 millones de pesetas) más 30 euros diarios durante 11 meses. En 2013, fue detenido por conducir ebrio y por ello fue juzgado. Su currículum de «matón» verbal se nutre de su innata condición a «chapapote» verbal.   

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En algunos países pillar a un político/a en fragante mentira le supone tener que presentar su dimisión inmediata. Aquí no pasa nada eso, así que se dicen verdaderas barbaridades embarrando la vida política, mintiendo a veces descaradamente. Algunos casos dan vergüenza ajena por intentar tapar lo intapable o mostrarse incluso de forma beligerante contra la hacienda pública lo que lo hace incompatible con el cargo que ostente desde la atalaya de su cargo político, empeñándose en enmascarar lo que presuntamente se ha cometido que está tipificado como delito. Fíjense si los inspectores de hacienda no hubieran «cazado» al «presunto» defraudador que se habría embolsado un pastón millonario mientras que un humilde trabajador tiene que cotizar sin rechistar y si en su declaración se detecta un fallo por involuntario que haya sido, se le amenaza como si hubiera intentado evadir millones.

¡Hombre señora! Su «vómito verbal» poco menos que la inhabilita por llamar desde la tribuna del congreso el ultimo noviembre como llamó al presidente del gobierno: «hijo de puta», por mucho que su equipo, señora, asegurase en un primer momento que había dicho «me gusta la fruta», aunque posteriormente admitió la verdad. Ya debería saber que por bastante menos han dimitido políticos/as en gobiernos europeos realmente democráticos mientras usted sigue ahí lanzando días sí, días también sus «perlas», a veces un material de combustión tóxica que más pronto que tarde acabará con su personaje político.    Usted, que se le dan tan bien las perlas, supongo que su cultura le alcance para haber oído hablar de la «peregrina» (1). Mientras déjeme decirle que no sé para qué tiene usted ese jefe de gabinete si usted se apaña sola para dejar claro que gobierna como quien entra en combate. Usted utiliza el abrupto lenguaje de la descalificación contra todo lo que se mueve que no sirva «para bailarle el agua». Señora, alguien que verdaderamente le aprecie y que no se nutra en el pesebre de la sopa boba llevando en la boca un determinado carnet, debería decirle que va usted con el caballo desbocado del abrupto lenguaje hacia un precipicio donde no hay retorno. Usted ha emprendido un camino que aunque haya quien le guste le puedo asegurar que incluso comer langosta todos los días harta hasta hacerte verdaderamente inapetente. Su personaje, señora, tiene los pies de barro, por lo que dudo que aguante mucho tiempo dada la presión a la que somete su forma de actuar.

 (1) Para usted señora no debe ser un secreto que ya haya quien    la llame «la ostra» porque no hay día que no suelte alguna perla. Pues bien, la «Peregrina» es una perla única. La puede ver en la pinacoteca del Prado, en la sala dedicada a Velázquez. La luce la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV en un retrato de taller de Velázquez. Margarita de Austria la lleva en un joyel junto al diamante El Estanque prendida de la cintura. Y María Luisa de Orleans. Y dicen que también la ha llevado la reina Sofía y la actual reina Letizia, aunque no creo que se trate de la auténtica peregrina que fue comprada por Richard Barton para regalársela a Elisabeth Taylor. A su muerte fue subastada por la sala de subastas Christie’s. Un potentado árabe pagó 9 millones de euros por ella y ahí se pierde la pista de su paradero actual aunque siempre nos quedarán sus perlas, señora. Como esa de llamarle «hijo puta» al presidente del gobierno.