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Desde el pasado mes de octubre han cambiado muchas cosas en la política balear excepto una, estoy donde estaba. El mismo programa, el mismo acuerdo, los mismos principios. Soy de derechas, creo honestamente que es la mejor opción para Menorca, para Balears y para España. No podemos seguir ni un segundo más con Pedro Sánchez, con un PSOE desnortado, sentado en una mesa con unos socios que quieren despedazar España y el Estado de Derecho que entre todos los españoles construimos en la transición española y que derivó en la mayor época de paz y de prosperidad que ha visto nunca nuestro país. Una paz y una prosperidad que costaron muchos sacrificios y que ahora no se puede malversar por la ambición de unos pocos. Pero tampoco podemos seguir con aventuras políticas que ocultan sus verdaderas intenciones y que, so pretexto de defender unas ideas buenas y nobles,    tan solo consiguen dividir el voto del sentido común (seny diríamos aquí) y hacer que la izquierda siga gobernando.

Mi situación actual como diputado y concejal no adscrito en el Parlament balear y en el Ayuntamiento de Mahón respectivamente, me lleva a considerar mi posición en cada una de las votaciones que en ambas instituciones tienen lugar.

Mi intención de voto en el Parlament ha ido siempre en el sentido del acuerdo de los 110 puntos PP-Vox. Como miembro que fui de la Comisión de seguimiento del acuerdo pude observar su estricto cumplimiento por parte del gobierno de Prohens.

Como concejal gozo de más libertad al estar en la oposición, junto con el PP. Voto en conciencia lo que es más conveniente para mi ciudad de acuerdo con el programa con el que me presenté.

Caso aparte es el Consell Insular, no formo parte de él, pero podríamos decir lo mismo. Se pactó un acuerdo de gobierno que el PP estaba cumpliendo. Cumplir un pacto o un acuerdo requiere una lealtad al mismo sin fisuras. El bienestar de los menorquines está en juego. Participar en un gobierno requiere muchas dosis de autodisciplina que empieza por madrugar, acudir cada día al despacho y trabajar muy duro para que la vida de los menorquines, en este caso, pueda mejorar.

En derecho, por extensión también en política y en todos los órdenes de la vida, hay una máxima que dice pacta sunt servanda, los pactos se tienen que cumplir, lo pactado obliga. En esto estoy.

El voto útil es, evidentemente, aquel que nos lleve a las mayores cotas de paz, de prosperidad y de bienestar. Lo hemos conseguido juntos como país y lo deberemos mantener juntos. En una Europa que busca la unidad para fortalecer los logros antes mencionados, no podemos crear un movimiento inverso en España que nos divida y nos desuna. Cuanto más grandes seamos mayor será nuestro estado del bienestar y mayor será nuestra potencia como país y como sociedad. Buscamos el interés general, el bien común. El voto útil sólo puede ir en esa dirección. En España la centroderecha ha gobernado cuando se ha unido bajo una misma bandera, ejemplos hay de ello en los últimos cien años. La CEDA en el año 1933, la UCD en 1977 y 1979, el PP en 1996, 2000 y 2011.

La Ley de Reforma Política de 1977 demostró como la generosidad, la unidad y la búsqueda del bien común por parte del centroderecha español son las bases sobre las que se tiene que asentar el futuro político de España, así fue alumbrada la Constitución de 1978. De la ley a la ley diría el arquitecto político de la nueva España, Torcuato Fernández Miranda. La guía está trazada, el sendero es claro. Todo se puede mejorar, en ello estamos, pero sin algaradas, con sentido común. No podemos volver al Siglo XIX, probablemente el peor de nuestra historia. Demasiadas guerras, demasiada pólvora, demasiadas algaradas, demasiada irresponsabilidad. España y los españoles merecemos algo más, merecemos una clase política que mire más allá del horizonte de los intereses espurios.

Quedan muchas tareas pendientes, pero la unidad es la solución, que nadie lo dude. Mientras tanto seguiremos madrugando, trabajando y buscando el interés general y el bien común. Menorca, Balears y España merecen el esfuerzo que se espera de los políticos, que seamos capaces de ponernos de acuerdo en hacer de la política una actividad excelsa que busque la felicidad y bienestar de los ciudadanos, como diría Aristóteles.