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El «buen momento» de la restauración en Menorca se mantiene desde hace unos años. El número de establecimientos ha crecido, muchos han apostado, más o menos, por el producto local, y ha mejorado la calidad de las cartas, con una gastronomía rica rica. Los restaurantes este verano han subido precios. Es lógico, si el coste de un litro de aceite sigue en los diez euros en el supermercado, cómo no van a subir.

Sin embargo, estas últimas subidas disuaden definitivamente a muchos de los clientes locales. El menú «modesto» puede estar    ya por encima de los cuarenta euros por comensal. Por eso, hay más producto local en el plato pero menos clientes residentes en la Isla en las mesas. Hay más empleados menorquines como camareros y en las cocinas pero menos degustando los exquisitos manjares. El crecimiento del sector va dirigido a los turistas, especialmente, a ese segmento de mayor poder adquisitivo que está creciendo en la Isla.

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Es probable que la oferta haya llegado a su techo. Este año solo uno de cada cuatro restaurantes dice que ha facturado más que el año pasado en el mes de junio, mientras uno de cada tres ha facturado menos.

Quizás esta evolución de la restauración sea un síntoma más del proceso que ha iniciado Menorca para parecerse cada día un poco más a Eivissa. Es evidente que mantenemos muchas diferencias con la otra isla balear. Casi todos en Menorca dicen que no quieren emprender esa travesía, que nuestro modelo es distinto. Eivissa es un prototipo turístico de economía de éxito, pero que arrastra consecuencias negativas para la calidad de vida de los residentes, el precio de los productos, el coste de la vivienda y los alquileres, el elevado precio del ocio, y la presión turística sobre la costa y el territorio.  Para comprobar cuál es la tendencia habría que medir el PIBlocal por el bienestar que genera su economía.