Espe acaba de cometer su tercer error. Y tan solo son las once. El súper abrió a las ocho. Demasiadas meteduras de pata para tan pocos minutos. «¿Dónde estará el encargado?» –se pregunta–. «Dios quiera que no se haya dado cuenta» –susurra–. Su marido está en paro. Y sus novecientos euros mensuales son esenciales. Por su caja van pasando los clientes mientras su mente vuela hacia otros infiernos: el calendario de la cocina que le indica lo lejos que queda primero de mes y esos abrigos raídos de sus hijos… Espe suda y comete una nueva equivocación. Afortunadamente la empleada no se ha enterado de que los nuevos consejeros de RTVE, esa que también ella paga, han multiplicado por once su sueldo y que percibirán por actuar como agradecidos comisarios políticos lameculos ciento veinticinco mil euros anuales… Si lo hubiera hecho –enterarse– la mañana habría sido, aún, más sombría e insoportable. «Dios quiera que no se haya dado cuenta». Novecientos euros. El calendario. Los abrigos…
Contigo mismo
Una España en espera
11/12/24 4:00
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