Nadal, preocupado por la lesión de Zverev. | YVES HERMAN

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Rafael Nadal disputará este domingo la final de Roland Garros tras vivir una de las sensaciones más agridulces de su carrera. Después de llevarse el primer set (7-6) y tras más de tres horas de encuentro, la lesión de Alexander Zverev en el punto que llevaba el segundo parcial al tie break ha precipitado el desenlace de la contienda. El alemán se ha torcido el tobillo y no ha podido continuar mientras el mallorquín le despedía de la pista compungido por el sufrimiento evidente de su adversario, que le había llevado al límite.

No es la manera en la que a Nadal le hubiera gustado celebrar su 36 cumpleaños y el acceso a la última instancia del Grand Slam francés, pero esta vez un contratiempo físico del rival es el ha decidido una batalla nivelada. El de Manacor buscará su decimocuarta Copa de los Mosqueteros y su vigesimosegundo grande ante Casper Ruud que derrotó a Marin Cilic que ha recuperado el ánimo de una Philippe Chatrier que se ha quedado fría tras el inesperado final de un choque que parecía reservar emociones fuertes.

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La lluvia sobre la capital francesa había provocado que el encuentro se disputara con el techo retráctil cubriendo la pista central. Una notable sensación de bochorno ha impregnado la contienda, que ha arrancado con un Zverev muy entonado. El alemán, consciente de que buena parte de sus opciones pasaban por anotarse el primer parcial, ha irrumpido con una gran agresividad en todos sus golpes y ha conseguido el break en el primer juego. Después se ha apoyado en un gran porcentaje de primeros para mantener la iniciativa en el marcador. Nadal, que ha necesitado un tiempo para empezar a soltar el brazo, ha sofocado el intento de rebelión recuperando el quiebre en el octavo parcial favorecido en buena medida por dos errores incomprensibles de su rival a media pista.

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El set parecía ponerse a cuesta abajo cuando ha disfrutado de dos opciones de break en el noveno juego al resto, pero el alemán ha resistido para llevar el desenlace al tie break. Ahí ha emergido el gen ganador de Nadal, que ha levantado hasta cuatro puntos de set en contra con un recital de golpes marca de la casa para acabar imponiéndose con el más difícil y situándose por delante 7-6 tras más de una hora y media. Con el germano dándole vueltas a las oportunidades desperdiciadas y tratando de reactivarse tras pasar por la silla, Nadal ha aprovechado para iniciar la segunda manga con un break. El mallorquín ya había comenzado a tirar de repertorio con su revés cortado, dejadas y variando direcciones y alturas para desconfigurar el patrón del número tres del mundo, pero su problema estaba en el saque. El alemán también ha rebajado sus prestaciones con una de sus armas principales y el choque ha entrado en una fase desconcertante en la que ambos contendientes han dejado la sensación de estar más cómodos al resto. Era un espejismo porque cada uno vivía más del error del adversario que del acierto propio.

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Zverev ha conseguido colocarse con 4-5 y saque para cerrar el set y la ceremonia de la confusión ha alcanzado su máxima expresión cuando ha acumulado tres dobles faltas que han permitido al mallorquín seguir en el set y respirar aliviado. El tie break era una realidad cuando Zverev se ha torcido el tobillo en plena carrera del punto que suponía el 6-6. Sus gritos de dolor evidenciaban que no era una torcedura cualquiera. Su agonía ha compungido tanto a Nadal como a los propios espectadores. Tras retirarse en silla de ruedas, el de Hamburgo ha regresado diez minutos después con muletas para anunciar su abandono y abrazarse con Nadal, que sella el pase a la final con una sensación agridulce.