El cierre de locales en las zonas comerciales de las principales ciudades de la Isla, otra consecuencia de la crisis. | Josep Bagur Gomila

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A fecha 31 de agosto el Govern balear tenía contabilizados un total de 154 establecimientos que habían dado de baja su actividad comercial debido a la crisis, en relación a las cifras del año anterior. Cuando el dato esté actualizado en el último trimestre del año se elevará con toda seguridad ese número, como resultado de la depresión derivada de la pandemia, vaticinan patronales e inmobiliarias consultadas por este diario.

El descenso en la facturación de negocio ligado al del turismo, del que depende en su mayor parte, en una temporada limitada y bajo mínimos ha azotado al sector, no solo a los titulares de los pequeños establecimientos sino a los pocos empleados con los que contaban. Según Ascome, que muestra una evidente preocupación ante las cifras del Govern, se han producido 881 bajas de afiliados que, o bien han perdido el empleo durante la pandemia, o ni siquiera han llegado a ser contratados a lo largo del año porque no ha habido trabajo para ellos.

Como resultado, basta la obviedad de pasear por los centros comerciales de las localidades menorquinas para encontrar carteles de «se alquila» donde antes existía un pequeño establecimiento, en algunos casos, incluso de reciente apertura que se han visto obligados a bajar la persiana tras un corto recorrido incapaces de hacer frente a los gastos.

Durante el estado de alarma muchos propietarios se avinieron a la negociación a la baja del alquiler. Aunque no hay datos concretos porque las posiciones son muy particulares según cada caso, en líneas generales sí se produjo una rebaja, «incluso los hubo que no cobraron la renta mientras el local estuvo cerrado», apunta Vicente Cajuso, presidente de Ascome. No obstante, una vez levantado el confinamiento la tendencia ya no fue la misma, a pesar del papel mediador ofrecido por algunas instituciones, como el Ayuntamieto de Maó, por ejemplo.

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«Se han equivocado»

«Ha habido propietarios que se han equivocado y se arrepentirán al no querer renegociar el alquiler porque han perdido el ingreso del cliente, y difícilmente lo van a reabrir por el momento», subrayan desde una inmobiliaria con sede en Maó. Resulta obvio que los grandes alquileres de antaño ya ni se piden ni pagan, salvo contratos muy específicos. Sin embargo, José Pons, de Bonnin Sansó pone el foco en los dueños de los locales, «siempre tendemos a buscar salidas a los arrendatarios, pero en muchos casos los arrendadores de pequeños locales cuentan con ese ingreso para su día a día, también hay que ponerse en su lugar», indica. Pons no cree que hayan bajado notablemente los precios de los alquileres por ahora, aunque el reajuste a la nueva situación será inevitable en lo sucesivo. «Los que se han vaciado, para volver a alquilarse, deberán adaptarse a esta nueva situación».

Centro y polígonos

Como consecuencia de esta realidad, la oferta de locales vacíos retrocede a diez años atrás, en los tiempos de la otra crisis, apuntan varias de las inmobiliarias consultadas por este diario. Y es que en este decenio, salvo algunas tiendas consideradas de toda la vida, la apertura de nuevos negocios se ha centralizado o bien en los focos comerciales de las principales ciudades de la Isla, o bien en los polígonos industriales para establecimientos que precisan mayor superficie. La actividad en las zonas periféricas ha caído por el cierre paulatino de locales que no han vuelto a abrir con un uso comercial.