Los hijos de Francisco Marquès tienen que desplazarse hasta Eivissa para visitar a su padre.

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Casi un centenar de familias padecen la grave falta de plazas de dependencia en Ciutadella. Una de ellas tiene como protagonista a Francisco Marqués Llufriu, de 75 años, que, diagnosticado de depresión y con una demencia, ha sido trasladado a una residencia de Inca, primero, y a otra de Eivissa, después, a la espera de encontrar una cama libre en el geriátrico municipal de Ponent.

El «calvario» para su familia comenzó hace dos años, cuando empezaron a evidenciarse las alteraciones que Francisco sufría en su comportamiento. Pero, tras someterse a la preceptiva valoración por parte de las trabajadoras sociales del Govern, se le certificó una dependencia de tercer grado, insuficiente para tener ya plaza pública en Menorca. Así que fue inscrito en la lista de espera y emplazado a una nueva valoración al cabo de un año.

Su estado se fue agravando y, aunque se obtuvo ayuda de los Servicios Sociales en Ca Sa Milionària, la mujer que se puso a su cuidado se las veía para controlarle. «Hasta llegamos a encerrarle en el piso para que no huyera», relata su hijo Rafel.

Entonces apareció la Fundació Demà que, tras incapacitarlo legalmente, se ha hecho con su tutela y se encargó de gestionar el traslado e ingreso de Francisco en una residencia privada de Inca que le costaba a la familia 2.400 euros mensuales. Tan solo estuvo seis meses allí, entre finales de diciembre y este pasado junio, cuando sus hijos recibieron una llamada de los servicios sociales para comunicarles que le habían encontrado una plaza vacante en la residencia Colisee de Santa Eulària (Eivissa).

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En las Pitiüses tan solo paga 980 euros y el geriátrico le respeta el diez por ciento restante de su pensión. Además, allí recibe cada mes la visita de su exesposa, Juana Camps, de la que ya lleva años divorciado. También suelen acudir sus hijos, pero todos asumen por entero el coste de los desplazamientos, ya que no reciben ninguna ayuda pública.

Su hijo Rafel, que le llama dos veces por semana, dice apenarse cuando, «en los momentos de lucidez, me pide si podrá volver pronto a Ciutadella. Y claro, allí no conoce a nadie. En cambio, en Ciutadella podría visitarle hasta su madre, que tiene 96 años, y sus hijos nos lo llevaríamos el fin de semana a pasear y podría encontrarse con otros amigos y conocidos».

De hecho, la Administración ha comunicado a la familia que, al tener a Francisco tan lejos, «escalará unas posiciones en la lista de espera para que pueda encontrar plaza cuanto antes en Menorca».

Como Francisco, otras 96 personas aguardan a que quede una cama libre en el geriátrico de Ciutadella. El tiempo medio de espera es de dos años. Por eso, el anuncio de que queda nuevamente aparcado el proyecto de ampliación del centro en al menos 26 plazas «disgusta» a Rafel, el menor de los hijos. «¿Cómo pueden pararlo otra vez? ¡Si así al menos habrá 26 familias que podrán descansar!». Rafel teme que se posponga todo a la construcción de un geriátrico de nueva planta, «pues en estos casos suelen pasar muchos años hasta que la residencia es una realidad. Las habitaciones que ocupaba la Clínica Menorca se han para poder usar ya. No se puede tener ni a los mayores ni a sus familias esperando tanto tiempo».