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El presidente del Consell, Adolfo Vilafranca, ha vivido más sobresaltos en 129 días de gobierno que la mayoría de sus antecesores en toda su legislatura. En todas las crisis se ha mostrado resolutivo, lo que hace que un presidente que no pensaba serlo, casi nadie daba opciones al PP y él fue candidato por la crisis interna, al final está consolidando su liderazgo.

Aunque no lo reconozca, Vilafranca no quería el pacto con Vox, se lo impuso Marga Prohens para evitar que ese partido entrara en el Govern. Vox está dando problemas a la presidenta balear, pero en Menorca el pacto de PP y Vox ha resultado un fiasco.

María Teresa de Medrano tiene la mayor parte de la responsabilidad. Desde el primer día ha mostrado unas formas muy poco políticas y un fondo casi vacío de resultado. Casi nada se ha movido en su Conselleria de Vivienda, porque ha acudido muy poco al Consell y desde el principio no se ha entendido con el director insular, Ricardo Galí, que el partido le puso «para que trabajara». La consellera no ha hecho ni ha dejado hacer, por eso el desenlace es lógico. Lo de nombrar a Jaime Fedelich, veterano del PP, como director insular, era un apaño de poco recorrido, como se ha visto. Y la consellera de Vox, por su incapacidad de gestión se estaba ganando el cese a pasos agigantados.

Ahora, todo vuelve al principio, a lo que quería Vilafranca cuando repartió las áreas de gestión sin Vox. Pero necesita el voto de la consellera para gobernar. Lo más lógico sería que De Medrano dimitiera. Ni los de su propio partido en Menorca la apoyan y en Palma callan, como si no les importara. Pero todo apunta a que no va a dimitir. Quizás solo de su partido. De la silla, nunca.