Las ‘porquejades’, una tradición tan viva como ajena a los controles de seguridad alimentaria | Gemma Andreu

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Del 1 de noviembre de 2021 al 31 de marzo de 2022 se registraron 80 sacrificios domiciliarios, es decir a cargo de particulares sin ánimo de lucro, de cerdos entre los dos mataderos de Menorca. Este es el periodo en que se celebran las porquetjades o matanzas, una tradición muy arraigada en el campo y que continúa muy viva, aunque las cifras oficiales puedan insinuar que pierden calado. En realidad cientos de animales se matan para hacer acopio de carnes y embutidos.

El procedimiento es claro, según la normativa autonómica, estatal y europea. Para llevar a cabo unas porquetjades es preciso que se realicen analíticas para descartar la presencia del parásito que provoca la triquinosis. Unas pruebas que, o bien puede realizar en la propia finca un veterinario colaborador de la Consellería de Salud y Consumo, o bien hacerse en el matadero, donde el particular lleva el cerdo vivo para que sea sacrificado con todas las garantías, y trasladarlo luego para elaborar sus productos en familia.

Es ahí donde se comprueba que en Menorca son muy pocos los sacrificios que quedan registrados. En las instalaciones de Ciutadella, la pasada campaña se contabilizaron 32 muertes a petición de particulares y sin intereses comerciales. En Maó fueron alrededor de medio centenar. Por contra, al Govern no le consta ninguna matanza domiciliaria, porque no dispone en Menorca de personal que lo certifique a demanda en las fincas.

Sin veterinarios

El año pasado se notificaron 249 sacrificios en las fincas en Mallorca, nueve en Eivissa y siete en Formentera. En cambio, en Menorca no constó ninguno, ya que la Dirección General de Salud Pública cuenta con cero veterinarios colaboradores. Una situación que se reproducie desde la campaña 2015-2016. En la temporada de matanzas anterior apenas se declararon diez sacrificios con visita domiciliaria, además de los que se hubieran practicado en los mataderos.

Veterinarios que entonces realizaban, y ahora ya no, las pruebas de la triquina señalan que «es un servicio que tiene poca demanda», por la «costumbre existente de hacer las matanzas en los llocs y la falta de conciencia» con relación a la triquina, por la «escasa incidencia del parásito» en la Isla. Todo esto, además de los cursos y del instrumental del que deben disponer los veterinarios, convierten esta labor en poco atractiva.

Otras fuentes autorizadas, muy vinculadas a este ámbito, admiten que «no hay ningún control» y que las porquetjades siguen celebrándose en las fincas, incluso varias veces el mismo invierno, y que son varios centenares los animales que se sacrifican en Menorca de esta manera. En este sentido, señalan que, aunque «las matanzas suelen hacerse bajo condiciones higiénicas adecuadas», no deja de «suponer una responsabilidad» para su promotor realizarlas sin los controles «legales obligatorios».

El apunte

Los ayuntamientos hacen escasa difusión de las campañas para prevenir la triquinosis

Según el departamento de Seguridad Alimentaria de la Dirección General de Salud Pública del Govern, las campañas anuales de matanzas deben ser autorizadas y difundidas por los ayuntamientos. Además, estos deben indicar qué veterinarios están adheridos como colaboradores.

Esto es algo que no acostumbran a cumplir los gobiernos municipales de la Isla, que cuentan con escasa o nula información, por lo menos en sus páginas web, el principal canal de información con que cuentan en la actualidad.

Los ayuntamientos de Maó, Alaior, Sant Lluís y Es Migjorn Gran no ofrecen ninguna información; el de Ciutadella dispone de material, pero desactualizado, de la campaña 2013-2014; al igual que Es Mercadal, relativa a 2016. Es Castell informa sobre el curso 2019-2020; y Ferreries, que está más al día, pero solo con relación al ejercicio 2020-2021.