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Cuestionada en muchas ocasiones por un cierto inmovilismo, su afiliación al poder establecido, primero bajo el manto de Borrás del Barrio y más tarde al amparo de Miquel Bestard, la Junta de Menorca de Fútbol ha sido siempre un apéndice de la Federación Balear cuyo margen de maniobra ha estado envuelto en un halo de incógnitas.

Sin embargo, el nuevo formato de la Copa, como la aplicación de los procesos informáticos que simplifican trámites y anulan la presencia física en su sede mahonesa, merecen el mejor de los reconocimientos para Virgilio Juaneda, el eterno presidente del fútbol insular, y sus compañeros de junta, tanto o más veteranos que él en los diferentes cargos que desde hace cerca de dos décadas ocupan, en todo caso, por voluntad de servicio al balompié menorquín. Cualquier otra razón habría supuesto su retirada mucho tiempo atrás.

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En esta ocasión ellos, de acuerdo con los clubes, han sabido rentabilizar el nuevo orden del balompié menorquín tras la pérdida lamentable del Sporting Mahonés y los descensos de Alaior y Ferreries. La Regional Preferente ha ganado un interés desaparecido entre las aficiones locales, y la disputa de la Copa, con el acertadísimo cambio del sistema de competición, ha constatado este hecho con cuatro partidos de semifinales que no sólo han espoleado a las aficiones sino que han multiplicado la emoción en la fase regular hasta determinar qué equipos accedían a ellas. Tamaño éxito aconsejaría, quizás, estudiar la disputa de un posible play off también en el campeonato de Liga buscando una fórmula que privilegie al primer clasificado pero que pueda mantener la atención entre todos los que peleen por el título.

Que sea este cambio brillante el punto de partida que ilumine la mente de los dirigentes, para, por ejemplo, otorgar también a la moribunda fiesta anual del fútbol insular la categoría que realmente merece. Adelante.