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Estos días se habla sobre la utilidad del Consell de Mallorca, sobre el adelgazamiento del Parlament y de si los ayuntamientos que hay en las Islas son pocos o muchos. Al decir que hay debate debería precisar que estos temas no son, precisamente, causa de revuelo popular o el centro de conversaciones en los bares o los comercios, aunque es verdad que pueden surgir en el habitual desahogo de atizar a los políticos al considerarles culpables de todos los males del mundo mundial. La tensión está instalada, básicamente, en las personas que se dedican a la res publica. Es decir, los posibles afectados.

La primera piedra la tiró el pasado fin de semana nuestro presidente Bauzá al indicar que "si de mí dependiera reduciría, esta misma tarde, el Consell deMallorca a la mínima expresión". En mi opinión, y las de otros muchos, tiene razón, pero a los ilustres consellers y los partidos con representación en la institución, incluido el suyo, les dio un sacardiu. Luego nos visitó el secretario de Estado de Administraciones Públicas para dar mimos. No habrá integración ni desaparición de consistorios en Menorca. En Sa Roqueta hay ocho (si hubiese triunfado lo de Fornells, nueve). ¿Son muchos, los justos o pocos? Ahí lo dejo. Avancemos hacia la última estación: La iniciativa del PP al abordar la reducción de diputados y modificar el sistema retributivo. Aquí, también hay lío y nervios.

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En este totum revolutum se puede caer en el riesgo de perder la perspectiva. A mi juicio, la pregunta clave es si tal o cual organismo hace falta y si su estructura es la adecuada para dar respuesta a los problemas de los ciudadanos. Si realmente es necesario, pues vale. Pero si no se justifica, viento.

De momento, se han eliminado muchos entes y la Tierra gira igual. Tal vez habría que seguir insistiendo en la dieta a ver qué pasa, porque lo que tenemos ahora, funcionar, no funcionamuy bien.