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Inocentes por los cuatro costados, pero no santos. Los santos inocentes son otra cosa, se deslizaron por la tinta del desaparecido Miguel Delibes y con él se murió el invento. Me jugaría media docena de buenos sueños a que el observador Delibes, con sólo una ojeada a la sociedad actual, a sus modos y a sus formas, hubiera podido escribir una segunda parte pero titulada simplemente como "los inocentes", sin santidad alguna.

Porque lo somos, somos unos soberanos inocentes, seguimos creyendo todo aquello que se nos dice y a pesar de que nos gusta presumir de que estamos de vuelta de casi todo, que lo hemos visto casi todo, seguimos sorprendiéndonos. La inocencia que perdura más allá de los treinta años es bobalicona y nos va a medida porque somos bobos, pero bobos de verdad. Si nos dicen que todo va bien, nos lo creemos, si va mal lo mismo y si nace en nosotros la duda porque nos da por pensar por nuestra cuenta, va alguien y nos dice que todo se va a solucionar en breve y también nos lo creemos.

Total que, después de dar tantas vueltas a la noria, volvemos a estar en el mismo punto de partida. A mí me dijeron hace un mes que la avería en la calefacción de la planta baja de los Juzgados de República Argentina, en Ciutadella, se iba a solucionar y el personal, el fijo y el transeúnte, se sigue helando en temperaturas que rondan los 6º. Yo soy hombre de fe y creo que así será, pero mi inocencia, esta vez mi santa inocencia, me dice que será entrada la primavera, la que la sangre altera, cuando ya no sea necesario.

Y me pregunto si será esa una nueva estrategia ministerial con vistas a una futura congelación de sueldos, comenzando por las personas y luego por los bolsillos porque ya se sabe, primero se empieza por un suave frío y se va subiendo y subiendo…. ¡Ay esos santos inocentes!