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Como bajo el amparo de la majestuosa cúpula de San Pedro se extienden los jardines del Vaticano. Se trata de un espacio no muy extenso pero bien aprovechado en el cual no faltan muros y torres medievales junto con espléndidas edificaciones renacentistas, ocupadas éstas por diversas instituciones dedicadas a la cultura y a tareas organizativas de la actividad de la Santa Sede. Así y todo queda un espacio libre ocupado por un arbolado boscoso, con espacios ajardinados e incluso con parcelas destinadas al cultivo de verduras y legumbres para provisión de la mesa de la Casa Pontificia.

Esta zona viene a ser como una reserva de saludable oxígeno a la que los papas y sus colaboradores pueden acceder a fin de encontrar un ambiente favorable para la salud y el reposo que necesitan en medio de su vida de trabajo y de labor sedentaria. Todos los Pontífices han acostumbrado a acceder a estos jardines. San Pío X hizo construir un paso subterráneo para poder dirigirse hacia la parte boscosa sin necesidad de pasar por los puestos de guardia y vigilancia. El papa actual Benedicto XVI se ha expresado a este respecto diciendo que estos lugares: "para mis predecesores fueron -y son también para mí- un espacio vital, un lugar que frecuento de buena gana para pasar un rato de tiempo en oración y en serena distensión".

Entre estos elementos naturales y arquitectónicos existe una pequeña y muy antigua capilla dedicada a San Esteban, llamada de los abisinios porque en el siglo XV Sixto IV la cedió a unos monjes coptos. Fue reconstruida en el siglo XVIII y recientemente ha sido restaurada. Hacia el Oeste, al fondo de los jardines, se encuentra una reproducción de la Gruta de Lourdes, un obsequio que hicieron los católicos franceses al Papa León XIII. Es éste un evocador paraje, desde donde se descubren bellos panoramas de los alrededores de Roma, desde el monte Mario por una parte hasta la campiña romana en otra dirección. Junto a esta imagen de la Virgen en su aparición a santa Bernadette se suele reunir el Santo Padre con sus colaboradores especialmente durante el mes de mayo, para elevar piadosa preces. Viene así a producirse como una alianza espiritual entre la Ciudad Eterna, sede de Pedro cuyas reliquias custodia, y la humilde población del Pirineo francés, Lourdes, escogida para una de las más significativas mariofanías de la época moderna en la que María se manifestó como Madre de la Iglesia en tiempos de crisis de fe, para fortalecer a los creyentes en Cristo.

Como en todo el ámbito romano, son también muy abundantes los manantiales de aguas cristalinas que fluyen en los jardines del Vaticano. Una de esas fuentes se ha instalado últimamente, como un obsequio que una familia y diversas personas de Londres han querido ofrecer al Santo Padre. Esta fuente enmarcada en un sencillo pero hermoso monumento en honor de San José, fue inaugurada el 5 de julio del presenta año 2010. En esta ocasión el Papa pronunciaba una amables palabras en que expresaba su contento y gratitud por este delicado obsequio, que introduce una especial veneración al Esposo de la Virgen, cuyo nombre fue el que se impuso al niño Joseph Ratzinger en su bautismo. Decía así el Sumo Pontífice: "Para mí es un motivo de alegría inaugurar esta fuente en los jardines vaticanos, en un contexto natural de singular belleza. Es una obra que va a incrementar el patrimonio artístico de este encantador espacio verde de la Ciudad del Vaticano, rico de testimonios histórico-artísticos de varias épocas. De hecho, no sólo los prados, las flores, las plantas, los árboles, sino también las torres, las casitas, los templetes, las fuentes, las estatuas y las demás construcciones hacen de estos jardines un unicum fascinante". Daba después las gracias a cuantos han querido contribuir a este delicada expresión de afecto hacia el Papa y por haber dedicado esta fuente a San José, "una figura -añadía Benedicto XVI- querida y cercana para el corazón del pueblo de Dios y para mi corazón".

Seis paneles de bronce embellecen este monumento, figurando en ellos seis escenas de la vida de San José que vienen a ser un testimonio de la muy singular vinculación con la historia de la Salvación, por parte del santo esposo de María y padre legal de Jesús, escogido por el Padre Celestial a favor de este humilde artesano descendiente de la casa de David, de modo que actuara como verdadero padre y custodio de Jesús, el Mesías anunciado por los profetas y proclamado en los evangelios como el hijo de David, cuya tutela y crianza puso Dios en manos de este glorioso santo, al que Pío IX proclamaría como Patrono de la Iglesia universal.

Estos seis episodios representados en los relieves son los Desposorios de José y María; la prueba sufrida por José de la que sale fortalecido por la intervención angélica; el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la escena dramática de la huida a Egipto a causa de la persecución tramada por Herodes; la pérdida y el encuentro de Jesús a los doce años en Jerusalén; y finalmente la representación del taller de Nazaret en donde san José ejercía su oficio de artesano y donde junto a él trabajaba también Jesús "el hijo del carpintero" (Mt 13, 55). "A su intercesión -concluía Benedicto XVI- encomiendo los anhelos de la Iglesia y del mundo. Que, junto con la Virgen María, su esposa, guíe siempre mi camino y el vuestro, a fin de que seamos instrumentos gozosos de paz y de salvación".