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Su formación, nueva en el ruedo electoral, "S.C.", fue la menos votada. En la sede de su partido -su domicilio, un pisito de cincuenta metros cuadrados- , rodeado por los pocos que en su andadura le habían acompañado, recordó, por enésima vez, conocida la derrota, un texto cervantino: "Yo fui loco, y ya soy cuerdo…" Observó después, con tristeza, la rodela y la lanza (no eran sino torpes folletos electorales), que yacían sobre la mesa camilla del salón… Mirando a su particular Sancho (Nacho, un jubilado metido a jefe de campaña) parafraseó a don Miguel: "Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay hambrientos y sedientos de caballeros andantes en el mundo de la política…"

En su infancia, Alonso, el líder de "S.C.", se había acercado a "Don Quijote de la Mancha" no por devoción, sino por obligación… Más o menos como cualquier hijo de vecino… En las aulas del viejo monasterio, que parecía querer precipitarse constantemente sobre las aguas del puerto, el niño no podía comprender el valor que se otorgaba a las aventuras de un loco que, creyéndose héroe, se lanzaba con temeridad contra unos molinos, mientras un barrigón lelo soportaba estoicamente sus gracias, pero…

"Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre (…) que las informaciones de rico" -leyó cierto día doña María, la maestra, empecinada en "vender" el producto cervantino-.

Y Alonso pensó que eso de favorecer al humilde antes que al poderoso no estaba del todo mal… Y aquellas palabras se habían mudado entonces en lluvia fina, humedeciendo con lentitud, pero con perseverancia, la tierra fértil del alma de aquel niño. Él todavía no lo sabía. Doña María, probablemente, sí… Y a esas siguieron otras: "Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre"…

El aula era la misma. El viejo convento también. El mar seguía aguardando. Pero el escolar era ya otro. Como otra era su percepción de la novela por excelencia… "Loco cuerdo, cuerdo loco"…

Cuentan que las aventuras de Quijano, en su conjunto, se mudaron en código ético del futuro candidato, libro de cabecera, faro y guía… Doña María, en ocasiones, envejecida por esas horas lectivas eternamente repetidas, se preguntaba si tendría sentido su profesión… A doña María le faltaba el acicate de ver el fruto de su labor con cierta inmediatez. Nunca supo el efecto que aquella lectura pausada y sentida había producido en el alma virgen de aquel niño: "Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas…"

Garcilaso, por su parte, entonaba aquello de que "todo lo mudará la edad ligera…", mientras los años se sucedían unos a otros. El aula ya no existía. Pero el viejo monasterio permanecía constante en su ensoñación de dejarse besar por las aguas del puerto. El aula ya no existía, no, pero el anhelo de cordura, de bondad, de justicia que brotaba de aquellas palabras mecidas por doña María, sobrevivía…

Alonso acabó por emprender su particular aventura quijotesca. Aún siendo consciente de la inaccesibilidad de la utopía, se propuso, al menos, aproximarse a ella, al máximo. Tuvo muchos "Sancho Panza" que aportaron dosis de pragmatismo a su iniciativa. Pero las obvió. A duras penas consiguió inscribir en el registro al uso su partido, el "S.C.". A duras penas alcanzó un mínimo de financiación. A duras penas logró editar unos pocos folletos de propaganda. A duras penas se asomó a algún espacio televisivo… Pero tenía la palabra y era Cervantes quien le susurraba el programa: "Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas" Por eso, en los caseros carteles, propugnaba-pero de veras- la honestidad y la transparencia y la donación del setenta y cinco por cierto de su sueldo a los desheredados… Las carcajadas que despertaba eran distintas y, a la par idénticas. Los molinos, pues eso, que también…

Emprendió múltiples viajes y protagonizó cuerdas/locas aventuras: la de pugnar por listas abiertas; la de invalidar cualquier política contraria a la vida; la de no participar en contienda bélica alguna; la de establecer, como incuestionable e inalterable, el voto en conciencia; la férrea obligación de no mentir y la habilidad de pedir perdón; la necesidad de la argumentación y de la contra argumentación como únicas armas dialécticas; la de no basar nada en contra de algo; en…

- Cuentan, Roig, que la humildad fue su Dulcinea. Tal vez subyugado por otros asertos cervantinos, extraídos esta vez de "La Gitanilla": "y no te metas en altanerías, que no hay ninguna que no amenace caída".

- ¡Qué lástima! –te susurra un Roig adormecido por las vívidas luces, de mañana dominical, que lo cubren y asedan-.

- ¿El qué?

- El resultado electoral…

- Era de esperar… Sancho/Nacho se lo había augurado…

- ¿"S.C"? ¿Qué significaban esas siglas?

- "Sentido común", Roig…

- ¡Una lástima! -repite-.

- No es este país cainita lugar para quijotes…

Cuentan que, cuando en la noche electoral, Alonso, derrotado, se retiraba a su pisito/sede de cincuenta metros cuadrados, una sombra extraña le iba persiguiendo por las vacías calles de la ciudad, mientras los poderosos de las dádivas, que no de las verdades, celebraban, con ensordecedores vítores, su permanencia en el Parnaso de las "ideologías mercantilizadas". Esa sombra sólo fue vista, al parecer, por un niño y un borracho. Cuentan, igualmente, que la sombra acompañaba a Alonso con especial celo, con inusual ternura. Cuentan, finalmente, que la sombra era alargada… Y que llevaba rodela y lanza en ristre…