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"Jo tenia un jardí florit i un cel de pau, jo tenia una barca i unes xerxes a sa platja i una dolça matinada al despertar". Sí, eso dice la famosa canción del gran Ortega Monasterio que sólo pocos menorquines no habrán cantado alguna vez.

La nostalgia eventual es un sentimiento que no te ancla necesariamente al pasado sino que te permite recordar y comparar ocasionalmente las cosas buenas que tuvo.

Desde siempre muchos menorquines han sido aficionados al mar. Es connatural con su condición geográfica. Pero desgraciadamente ahora ya sólo pueden serlo algunos, los más afortunados. Es demasiado caro. La mayoría de los trabajadores menorquines no puede ya hacer frente a los gastos que origina lo que para un isleño era antes una afición natural por económica y que ahora se ha convertido en un lujo. La han convertido en un lujo.

Hasta no hace tantos años tener una barca (un llaut) era consustancial con vivir en la isla. Para muchos menorquines no era un lujo, se lo podían permitir sin pasar agobios. Las barcas incluso se heredaban de generación en generación. Todos podían continuar la costumbre y la tradición de una isla tan marinera como Menorca. Ahora las estampas de aquellos pequeños "bots" que surcaban los puertos menorquines ya casi ha desaparecido: ya casi sólo se ven yates, lanchas y grandes esloras. Nuestras costas, nuestras calas y nuestras playas han perdido buena parte de la ternura y la plástica de la estética tradicional heredada de nuestros antepasados.

Cuando la autonomía política llegó "a nuestras costas", el amor por el mar de los menorquines sufrió un duró golpe, un golpe letal. Hasta entonces muchos tenían su propia barca o su "téquina" y seguían la tradición de "anar a fer una calada a fora port", "anar a calar un parei de xerxes", "anar a fer una volta per agafar quatre oblades", "anar a fer vorera per qualque cala fora port", "anar a calar nanses", "anar a n'es calamars", etc., o sencillamente ir a pescar con una caña.

Todo eso ya se ha terminado. No está permitido. Todo está prohibido. Una vez recordé cómo un payés sabio me dijo que "Con Franco no podías decir nada, pero podías hacerlo todo. Mientras que ahora puedes decirlo todo, pero no puedes hacer nada". Efectivamente, ahora sólo pueden disfrutar del mar los ricos o quienes estén dispuestos a estrujarse económicamente para engordar las arcas de una insaciable administración. Autofinanciarse el gusto por el mar es ya un bien inalcanzable para muchos.

Lo que la política ha hecho con nuestra tradición marinera "no tiene nombre". El conglomerado de normas, leyes, tasas, impuestos, etc. que gravitan sobre toda la afición al mar ha sido el golpe de gracia a una tradición milenaria. El coste de su práctica es pura usura. Un impuesto revolucionario.

En el caso concreto de nuestro puerto, y a la espera de que el nuevo Govern sea más sensible a las necesidades sociales y comerciales y promueva nuevas directrices en la nueva Autoridad Portuaria más sensatas y menos fenicias para los amarres generales, el Ayuntamiento de Mahón debería de utilizar su actual fuerza política y forzar a ese Govern para que AP fuese más amable con nuestra rada. Ello les daría también un plus para diferenciarse de los anteriores "mandantes políticos" que tan complacientes y co-responsables han sido con una AP desastrosa y corrupta que ha machacado a nuestro puerto.

Una administración con conciencia social debería de parar el orden de cosas que degrada al histórico Port-Mahón y que hoy lo mantiene desangelado para regresar al sentido natural de las cosas. Nadie aboga por la anarquía o la barra libre pero sí se defiende una nueva gestión que incluya una vuelta al sentido social en una zona de nuestra isla que hasta ahora se ha creído exclusivamente como un negocio particular y no como un bien común de todos.

Es imprescindible habilitar amarres sociales a precios populares con "llenagais" públicos de uso puntual para botar las barcas sin coste alguno. Más allá de las zonas de negocio autorizadas hay que devolver al pueblo lo que nunca tendría que haber dejado de ser del pueblo. Para que, y a diferencia de los socialistas que sólo han diseñado un puerto para ricos y millonarios, las clases humildes pueden volver a sentirse herederas de las tradiciones menorquinas. Para que disfrutar del mar no sea sólo para privilegiados sino que sea accesible a todos los ciudadanos sin distinciones de clases.