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Espero por su bien, querido lector, que sepa montar en bicicleta. Si por cualquier motivo aún no sabe pedalear, le recomiendo que vaya aprendiendo lo antes posible. La bicicleta se va a convertir en el medio de trasporte por excelencia.

Vaya despidiéndose de su coche o de su moto y cuando lo haga, explíquele con cariño que no lo hace por una nueva conciencia ecológica, ni por dejar de emitir CO2 a la atmósfera, ni por mantenerse en forma y ejercitarse de una manera sana; dígale que los motivos son, sencillamente, económicos.

La clase media está agonizando, y con ella todo el Estado de Bienestar. Mire con ternura a los faros de su vehículo y explíquele que un país donde la sanidad, la educación y las pensiones serán privadas, en un país donde ya no quedan derechos laborales, donde la distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor, donde millones de personas son desalojadas de sus casas, donde los comedores sociales ya no dan abasto y empiezan a aparecer casos de niños con malnutrición, en un país donde el precio de la gasolina se duplica casi de mes en mes; ya no queda sitio para los vehículos motorizados.

Dígale que solo sus primos de gama alta, y sus parientes los coches oficiales, sobrevivirán a semejante carnicería, y que él ha tenido la mala suerte de pertenecer a un hogar modesto.

Recuerden juntos aquellos años dorados de viajes con la familia, aquellos tiempos donde se creyeron que, por fin, los poderosos compartían sus riquezas con el pueblo, aquellos días donde usted dejo de sentirse pobre, porque un amable banco le dio crédito para comprar una vivienda y estrenar coche.

Dígale que usted no tiene la culpa, que no le hagan creer que la culpa de todo la tuvieron los pobres por no saber ser clase media, y que los ricos están exentos de culpa, porque ellos sí que han sabido ser cada vez más ricos.

Eche la llave, y antes de dejarlo aparcado para siempre, explíquele que usted nunca oyó hablar de la prima de riesgo, que los mercados tienen nombre y apellido, aunque nadie los quiere nombrar, que usted ya intuía que los alemanes comprarían el país, empezando por Mallorca, pero que nunca sospechó que sería gobernado por una señora, de apellido Merkel, a la que nunca votó.

Saque lo que pueda del maletero y aléjese sin mirar atrás. Piense que no todo está hecho. Puede que algún lumbreras de nuestra preparada, culta y solidaria casta política, tenga la idea de crear un impuesto por bicicleta, una tasa por llevar timbre o bocina, o un canon a los tándems, monociclos o triciclos, denles tiempo, están demostrando que son capaces de todo.

Cuando llegue ese momento iremos caminando; pero si no tenemos dinero para curarnos, o para estudiar, o ni tan siquiera para consumir, igual nos da lo mismo, porque no tendremos ningún sitio a donde ir. Entonces nos sentaremos en el suelo a verlas venir, pero ¡cuidado! que sentarse en el suelo ya no es resistencia pasiva, sino terrorismo callejero. Vamos bien, vamos muy bien.