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Amanece una jornada cubierta en Maó. Estamos a principios de agosto y los turistas andan despistados. Su plan de sol y playa se ha venido abajo al observar desde el balcón del hotel los nubarrones que cubren la Isla. Tras la incertidumbre inicial optan por aprovechar la mañana para pasear por el centro de la ciudad y hacer quizá algunas compras. A partir de aquí, la mayoría conoce el resultado, especialmente los residentes, que se enfrentan a largas colas a las que no están habituados. La paciencia de muchos de ellos llegó a su límite el pasado lunes, una jornada gris que se caracterizó por los colapsos circulatorios, tanto en Maó como en Ciutadella. Los embotellamientos fueron especialmente notables en la zona de la Explanada del municipio de Llevant debido a la existencia de un punto negro que pocas veces es regulado por efectivos policiales. Se trata del paso de peatones situado en Ses Moreres, al inicio del Cós de Gràcia, donde el flujo de peatones es constante y, por tanto, los conductores se ven obligados a esperar estoicamente algún resquicio entre el gentío para poder continuar su camino. No es algo nuevo, sucede cada verano y, por ello, resulta incomprensible que no se tomen medidas para evitar este tipo de situaciones. Tal vez sería un buen momento para plantearse la posibilidad de que un agente de la Policía Local se dedicara a ordenar el tráfico en la zona con el objetivo de prevenir retenciones como las que se vivieron en Maó hace tan solo una semana.