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Ni a una sola de las personas que hablan de la crisis por los grandes medios les afecta esta situación. Ni a un solo experto, ni a un solo miembro de la casta política, ni a un solo banquero, ni a un solo gran empresario, ni a un solo economista del sistema, ni a un solo gurú de los que se hinchan a vender libros dando recetas de cómo salir de esta agonía les afecta la crisis. Podemos por lo tanto decir que hablan de oídas.

Corren de las sedes de sus partidos a los micrófonos de las ruedas de prensa, van de tertulia en tertulia, de debate en debate, de programa de televisión a programa de radio, escriben artículos, realizan conferencias, sientan cátedra, y sin embargo ni a uno solo de ellos le afecta en su bolsillo la crisis. Es más, muchos de ellos se están enriqueciendo aún más con esta situación. Vamos, que son unos listos.

Es increíble que a este país le vaya tan mal con la cantidad de listos que hemos tenido y seguimos teniendo en puestos de responsabilidad: hemos tenido listos que nos metieron en una guerra en busca de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron, listos que llamaban desaceleración a la crisis, que veían brotes verdes y sostenían que teníamos un sistema bancario saneado, listos que llamaron "hilillos de plastilina" a una de las catástrofes ecológicas más grandes que hayamos sufrido, listos que ganaron votos con un programa y cuando tuvieron el poder hicieron todo lo contrario, listos que inauguraban aeropuertos sin aviones y sacaban pecho ante sus nietos a la voz de "¿os gusta el aeropuerto del abuelo?", listos que se llevaron crudo el dinero público de unos ERE, listos que fueron ministros, altos cargos del FMI y presidentes de bancos a los que han arruinado completamente, llevándose además indemnizaciones millonarias, listos que se montaban viajes a Marbella, o alrededor del mundo, con dinero público mientras presumían de representar con valores éticos a la justicia, listos que voceaban a favor de bajar salarios y derechos mientras arruinaban sus empresas y sus bienes eran embargados, listos que aprovechaban el nombre de su real suegro para realizar negocios con el dinero de todos los contribuyentes, listos que querían cerrar hospitales públicos mientras subían el sueldo a su guardia pretoriana, listos que hablan de que todos nos tenemos que apretar el cinturón mientras enchufan a maridos, primos y hermanos en cargos inútiles para que se lleven un pastón, listos que proclaman que las pasan canutas con 5.100 euros de sueldo al mes, listos que afirman que a muchos parados los que les pasa es que no quieren trabajar y superlistos que les gritan "¡que se jodan!".

La lista de listos sería casi infinita. Son como una especie de Robin Hood esquizofrénico en pleno brote a quien le ha dado por robar a los pobres para dárselo a los ricos.

Pongan, queridos lectores, a los listos que ustedes quieran y verán que al margen de filias o fobias partidistas los hay por todos lados. Y al sentirnos rodeados se nos ponen los pelos de punta, pero con tanto recorte y tanta tijera a uno le da miedo entrar en la peluquería.