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La dimisión del presidente del Parlament, Pere Rotger, por su imputación en el Caso Over, puede verse desde las ópticas personal e institucional. En lo personal, representa un duro golpe para un político que ha desarrollado una brillante carrera y que era uno de los principales valores del PP, procedente de la Part Forana, y que mantenía el perfil regionalista del partido. Rotger ha destacado al dimitir que respeta la institución que preside y que por eso se va. Es por tanto, positivo para el Parlament que no se siente en su presidencia un político imputado. Mantener el código ético impuesto por Bauzá, ante el nivel de corrupción que ha representado el PP de Matas, es algo imprescindible para la credibilidad de las instituciones. José Ramón Bauzá ha conseguido que el verbo dimitir se conjugue con disciplina. Ese esfuerzo vale la pena. Quizás al final, Pere Rotger no será declarado culpable, sin embargo hay que mantener clara la diferencia entre la instancia judicial y la responsabilidad política. La forma de gestionar el dinero público, con la concesión de contratos sin concurso, para cuestiones de escasa relevancia, como una encuesta sobre el grado de satisfacción de los ciudadanos de un municipio, es un ejemplo de irresponsabilidad. Al menos la acción judicial ayuda a cambiar estos hábitos.