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Es el mármol, tanto cuando te lo ponen en forma de lápida al final de tus últimos pasos por este mundo, como cuando te lo dedican por méritos propios, bueno, propios o ajenos, que no siempre el que se lleva la medalla es el héroe de la película, sino más bien el actor secundario, pero ya se sabe como se escribe la historia en la mayoría de casos. A ese taller de Marratxí le ha caído un extra laboral, ser los encargados de sustituir el texto de la placa de Rambla dels Ducs por otra de simplemente "La Rambla". En época de crisis no hay que hacerle ascos a nada y si encima te cae foto y comentario periodístico, la sombra de la fama se te instala entre bastidores en menos que canta un gallo. Uno se pregunta cuántas placas deben anunciar calles y plazoletas salpicadas de dudas y aseveraciones más o menos camufladas y cuántas manos inocentes o no tan inocentes habrán tirado del cordoncillo y destapado el tupido velo, envueltas en música de banda y aplausos estudiados. Procuraré evitar heroicidades y mundanales famas con el fin de que mi nombre no aparezca sobre ninguna de ellas, a lo sumo acepto que se me ponga donde mis restos descansen un día y se escriba "fue un buen hombre". Porque ya sabemos que siempre se dice de uno que lo fue aunque no lo haya sido, es como un gesto de piedad por parte de quienes continúan el camino esperando que algún día alguien diga lo mismo de ellos.