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Como cualquier empresa que necesita expandirse para crecer comercialmente y no sufrir el riesgo del estancamiento, el imperialismo también necesita de su propia expansión. Lo necesita primero para reafirmar su razón de ser, para autoafirmarse en las doctrinas sobre las cuales se basa, y segundo para retroalimentar y mantener la ilusión que necesita provocar en su clientela.

En Cataluña fue a comienzos del pasado siglo XX, cuando el movimiento cultural del XIX, la Renaixença, produjo sectores sociales, principalmente burgueses, que derivaron hacia sentimientos nacionalistas. Las llamadas "Bases de Manresa" (1892) fueron el espolón para que aquella deriva que inicialmente respiraba los sentimientos primarios del catalanismo (regionalismo, autonomismo y federalismo) se transformara en voluntad nacionalista. Así pues el nacionalismo catalán no existía en el siglo XIX, sólo existía el catalanismo romántico de la Renaixença, el amor por la tierra y por su cultura pero no era una ideología que abogaba por derivas en solitario y separadas de España.

En los pasados años treinta una parte del catalanismo se transformó en nacionalista y hoy vemos como ese nacionalismo ha trucado en independentista. En la actualidad todos los nacionalistas son catalanistas pero no todos los catalanistas son nacionalistas ya que siguen existiendo los catalanistas regionalistas, autonomistas o federalistas.

Finalmente, ahora, el nacionalismo político catalán se ha transformado claramente en imperialista al querer anexionarse, primero cultural y posteriormente políticamente, los territorios que creen le son propios. En Baleares lo vemos claramente con múltiples ejemplos que, amparados bajo el barniz cultural, no son sino formas para allanarse una futura anexión política de nuestras islas. Todos sabemos que el caballo de Troya de ese nacionalismo catalanista es la cultura y la educación que son permanentemente utilizadas para abrir grietas en la sociedad balear.

No importa que muchos entiendan que una similar (o incluso misma) cultura no justifica una unión política (los Estados Unidos hablan inglés pero no forman parte de la Commonwealth ni son colonia de Gran Bretaña), lo importante es crear las condiciones para que la anexión se produzca. El nacionalismo catalán es imperialista y por tanto expansionista. No importa el tiempo, los siglos, transcurrido ni las situaciones históricas que hayan podido transformar a aquellos territorios que aspira a absorber, sólo cuenta su fijación en el deseo de retornar a una quimera que, en este caso, nunca existió. Nunca existieron los Países Catalanes. Nunca tuvieron virtualidad política. Nunca existió Ítaca.

Durante el siglo XX el "Lebensraum" (la reivindicación del espacio vital de un pueblo) era la idea básica de las doctrinas totalitarias (que arruinaron Europa) y que sirvió para justificar la invasión de los países vecinos. Lo vimos con el nacional socialismo y con el comunismo. Esas dos doctrinas políticas totalitarias justificaron en parte sus actos por el citado "Lebensraum".

De aquel siglo aprendimos que el imperialismo expansionista es siempre causa de guerras al querer dominar y doblegar a otros pueblos que tienen sus propias personalidades. En Balares el nacionalismo catalán ha regado con millones de euros a sus particulares caballos de Troya isleños (la OCB y todos los demás añadidos) para que socaven la personalidad de nuestras islas y provoquen las circunstancias para un día conseguir aquella anexión. En nuestras manos está el denunciarlo y saber oponernos a esta pretensión para permanecer fieles a nuestra tradición.
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Nota: A quien corresponda: "Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota" (Groucho Marx).