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El nuevo curso ha comenzado como finalizó el anterior: marcado por el Tratamiento Integral de Lenguas. A finales de mayo, compartí con los lectores de este periódico mi desazón por lo que estaba sucediendo con el TIL. Sostenía entonces que era difícil encontrar a alguien que se opusiera a un mayor peso del inglés en el currículo escolar, pero también que de ahí a perseguir este objetivo a toda costa iba un mundo (y todavía no había pasado ni la mitad de lo que ha pasado). Sostenía también que se había introducido un mecanismo -el del famoso artículo 20- para que los centros, salvando la falta de tiempo y de recursos, pudiesen aplicar el TIL aunque no fuera con el modelo 33%-33%-33% y el Govern pudiese defenderse de las quejas futuras diciendo que "su" decreto estaba bien y que el error era de los colegios y de los padres que apoyaron la propuesta del centro para aplicarlo. Parece ser que me equivoqué -pido disculpas- y que ese mecanismo se aprobó para que nadie pudiera acusar al Govern de autoritario y de no respetar la autonomía de los centros. Parece ser también que los centros, por motivaciones diversas, decidieron acogerse a ese artículo mayoritariamente y cuando la Conselleria constató que las cosas no salían como había previsto, decidió dar un golpe sobre la mesa y parece ser promovió la apertura de unos expedientes a los directores de tres de esos centros. (Es tanta y tan diversa la información que se me antoja temerario ir más allá del parece ser).

El revuelo fue mayúsculo y (parece ser que) la Conselleria no supo o no quiso leer que había estirado demasiado la cuerda y que era necesario buscar otra vía. Esa vía hubiese podido pasar por reunir a representantes de padres, directores, centros, docentes, partidos políticos (Gobierno y oposición) y sindicatos, y establecer una estrategia en la que la consellera hubiese pedido disculpas por la manera de impulsar el TIL y por la apertura de los expedientes y hubiese anunciado que se retomaba el diálogo. Todas las partes implicadas se habrían comprometido a remarcar única y exclusivamente la generosidad y la valentía de Joana Mari Camps, renunciando a "machacar" a la Consellera. Nadie habría hablado de victoria. La Inspección hubiese agilizado el "carpetazo" a los expedientes. Todas las partes implicadas hubiesen subrayado única y exclusivamente la eficacia de la Inspección y se hubiesen felicitado por el retorno a la senda del diálogo. Nadie hubiese hablado de victoria. Asimismo, de ser posible procesalmente, se hubiesen retirado los contenciosos pendientes. Todas las partes implicadas hubiesen expresado su satisfacción por poder aligerar la carga de los ya sobrecargados juzgados y tribunales, y de haberse aprobado movilizaciones, éstas hubiesen quedado desconvocadas. Nadie habría hablado de victoria. Si los contenciosos no podían retirarse, se hubiese pactado que, fuese cual fuese la decisión del TSJIB sobre la aplicación del TIL, todas las partes afirmarían acatarla por respeto al órgano en el que hemos confiado la resolución de los desacuerdos. Nadie hablaría de victoria.

Con o sin contenciosos de por medio, el Govern no aprobaría ningún otro decreto y diría, además, que en consideración a la autonomía y al trabajo realizado por los centros educativos, se había pactado que pudiera comenzar el curso de acuerdo con la propuesta elaborada por los mismos, propuesta que estaba más que trabajada y ratificada en el momento en que, con la apertura de los expedientes, la tensión se desbordó. Y los centros, en aras a la estabilidad que quieren para sus alumnos y a la profesionalidad con la que trabajan, se habrían comprometido a no echar por tierra el trabajo ya realizado y comenzarían a avanzar en el trilingüismo este mismo curso, según el proyecto que habían elaborado cuando pensaban que el TIL, sí o sí, se iba a aplicar desde septiembre. Unos y otros se comprometerían a evaluar el resultado de la implantación ya introducir mejoras en cursos sucesivos, y junto con los partidos actualmente en la oposición, a no retroceder en los avances conseguidos. Durante un período razonable, los alumnos que se jugasen un cambio de ciclo, quedarían excluidos de la aplicación del TIL mientras no se pudiese garantizar que esta no produciría un descalabro considerable en su rendimiento escolar, ni en su futuro inmediato. Nadie hablaría de "normalidad" -ha sobrado tensión y faltan sillas, mesas, pizarras, profesores...- pero sí de "esfuerzo por recuperar la normalidad". Y ahora sí, todas las partes implicadas podrían hablar de victoria, la de todos -políticos, profesores, sindicatos y padres- los que fueron capaces de superar el orgullo y las diferencias para que los alumnos- los verdaderos protagonistas- salieran ganando.

Ésta quizás hubiese sido una vía en un país que no hubiese hecho del "y tú más" el santo y seña de sus órganos de representación y en el que gobernaran estadistas, es decir, personas con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado y no políticos, en su mayoría, menos preparados de lo que correspondería o directamente legos e inexpertos en las materias sobre las que tienen competencia. Un país donde un profesor con, pongamos 32 años de experiencia, no hubiese padecido siete reformas educativas. Un país poblado por personas que no hubiesen convertido la lengua, la educación y la cultura en herramientas para subrayar la identidad de sus comunidades frente a otras 16 y hubiesen optado por crecer armónicamente de manera conjunta desde la pluralidad, la solidaridad y el respeto. Un país capaz de marcarse objetivos comunes altos y trabajar duro para alcanzarlos. Un país que, desgraciadamente, no es (no parece ser) el nuestro.