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Te gusta Ella. Porque, a su lado, es más llevadero el oficio de vivir. Sin embargo, ha tenido, hasta la fecha, pocos amantes. Siempre fugaces. Tal vez por lo mucho que exige. Nada, no obstante, comparado con lo que da. El primer encuentro fue superficial, temido, incómodo... Pero la sensualidad que emanaba de su cuerpo lo mudó en profundo, arrollador... Cada mañana, cuando os despertáis, te anuncia que no admitirá quejas sobre el fin de tus vacaciones o sobre la crisis o... Luego, con indescriptible erotismo, te susurra que eres un tío afortunado, que estás vivo, que tienes trabajo, no cualquiera, sino el que escogiste y en el que te sientes plenamente realizado... La luz, en la alcoba, penetra, a duras penas, por las persianas entreabiertas. Pero esa otra, la que Ella irradia, lo cubre todo... «No es –piensas- una forma mala de comenzar el día, no». Y esbozas la primera sonrisa que se eternizará con el paso de las horas...

Tardaste mucho en conquistarla. Te angustia la posibilidad de perderla. Por eso te empecinas en mimarla, en trabajarla... Una vez saboreada, no concibes la existencia sin su compañía... Durante el desayuno, cuando los griteríos políticos y sus vergüenzas irrumpen en la cocina a través de la pequeña radio, Ella te aseda diciendo que relativices, que no te dejes arrastrar por el odio que emana de quienes ejercen el poder desde la chulería y de quienes aspiran a él con aterradoras artimañas... El pueblo sigue siendo la víctima a la que, antes, se contentaba, desde su incultura mecida, con circo y pan. Ahora el circo se ha mudado en estadio y el pan en... Y es entonces cuando te repite aquello de que a esos (siempre los denomina así, esos), nadie podrá cambiarlos. Que sólo podrás cambiarte a ti mismo...

Ella, que casi ya no ejerce, que ya no es deseada por muchos, que ya no es usada, te despide luego, invariablemente, en el umbral de la puerta, pidiéndote que en la jornada, apenas apuntalada, no critiques, no juzgues, no seas grosero, no te alteres... Y cuando, en el rellano de la escalera, te llega nuevamente su voz, es imperturbablemente para recordarte que, ante cualquier eventualidad, sepas ver el lado positivo de las cosas...

Un día te enseñó a escuchar los argumentos del otro y a analizarlos... A combatir las ideas nefastas, pero no a las personas. Y te rogó que, a pesar de Esperanza Aguirre, dejaras de ir a los toros... Gracias a Ella transitan por vuestra casa progresistas, conservadores, creyentes, ateos, culés, merengues y un largo etcétera. No únicamente transitan, sino que, en ocasiones, incluso, todos, se juntan en una especie de, en España, impensable orgía ideológico-afectiva. Esa en la que los afectos se sobreponen a los prejuicios sectarios...

Le duelen las palabras ultrajadas, aquellas que se quedaron a medio camino, con su significante a cuestas, pero sin significado...

Ella ama sin medida... Y enseña a amar sin medida...

Cuando anochece y la existencia parece más pesada, más lúgubre, te aguarda para preguntarte. Su interrogatorio sabe a tocinito. Y lo cierra con: ¿has hecho algo hoy positivo por los demás?

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Viste de verde. Por influencia lorquiana. Todo lo justifica... Nunca se irrita... La vida, a su vera, es como navegar en aguas eternamente plácidas y en las que cualquier peligro se ningunea...

Cuando te acuestas, te congratulas de haberla conquistado, de estar conquistándola... Anhelarías, fervientemente, compartirla con el mundo. Porque lo mejoraría...

Tiene nombre. Tiene muchos...

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Aunque Ella no es de carne y hueso, sólo un concepto, tiene, sí, nombre: serenidad. Y apellidos abundantes: tolerancia, caridad, paciencia...

Y sigue rogando ser conquistada y acariciada por nuevos amantes...

En esas estáis... Al fin y al cabo, tú nunca fuiste celoso...