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Hay momentos en la vida de cada persona, en que uno realiza un análisis interior de lo que ha sido su propia existencia y saca sus propias conclusiones que pueden dejarle un sentimiento de gran felicidad o de gran frustración y amargura.

Es que mirarse interiormente, a través de un análisis profundo, es algo que habitualmente no se hace o no se quiere hacer. La vorágine de la vida actual no le da tiempo a  cada uno de sentarse, cerrar los ojos y, como en una gran pantalla, ver pasar todos los momentos de su propia vida: aquellos felices, que se recuerdan con tanto agrado, o aquellos otros que se prefieren olvidar para siempre.

El agitado mundo de hoy no nos permite reflexionar, pensar, sacar conclusiones o hacer planes.

Todo es rápido. Todo parece un torbellino que envuelve nuestra vida, sin darnos tiempo para nada. La vida pasa demasiado rápido, demasiado rápido para entenderla, mucho menos para detenerla.  Es un trabajo diario, un trabajo que no acaba.  Un trabajo que nos acaba.  Se trata y se intenta.  Se vive en general tratando de aumentar placer o de reducir dolor.  Se transita y muchas veces se deja uno llevar. Monotonía, costumbre, rituales. Un día más y uno menos. Intentamos e intentamos y muchas veces nos cansamos.  Se necesitan ganas y se necesitan soluciones, no excusas.

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Pero es bueno hacer un alto en el camino. Mirar, en primer lugar, que los años no han pasado en vano y que las canas que con gran profusión han aparecido en nuestros cabellos, son producto de los problemas o situaciones en las que una se ha visto involucrada.

Es bueno mirarse al interior, para saber si nuestra vida tiene sentido o para darle sentido a la vida. Para saber si lo realizado hasta ahora, es suficiente para encontrar la felicidad o nos queda mucho aún por hacer. Para reorientar la existencia hacia mejores rumbos, que te permitan encontrar su propia verdad.

Es bueno un recorrido interior, para hacer una limpieza de alma y corazón. Para poder mirar la vida con los ojos y con otros pensamientos. Para sentir distinto. Para limpiar todos los sentidos y empezar una vida nueva.

Para decirle a la vida: Quiero que siempre seas bella; no rica, ni fácil, ni alegre, sino transparente y pura, como el agua de un manantial.

Y amigo que me lees recuerda que la vida es bella y que tu eres parte de ella. Por esta razón haz un alto en el camino, mira en tu interior y vive feliz.