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En Ciutadella puedes perderte y encontrarte. Paseando en silencio, es fácil dialogar con el pasado, si lo escuchas. Podemos preguntarle al futuro lo que esconde, pero al pasado tenemos que escucharlo con humildad, si queremos un mañana libre de miedo y avaricia, de rencores y amargura. Aprender, es no repetir errores. De pequeño, jugué a perderme por calles desconocidas. Y después, en la Barcelona olímpica, tan lejana y distinta, de los amigos para siempre. Renovarse es vivir. ¿Cómo te vas a encontrar, si no te has perdido?

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Una exposición sobre Líthica, en su XX aniversario, muestra fotografías. Y la maqueta de un laberinto, construido en el espacio mágico y colosal de la cantera: medio natural y medio humano. La piedra moldeada por la naturaleza o por las manos, descubre su belleza. La magna obra colectiva nos conmueve y nos anima. Contra la incertidumbre y podredumbre, somos capaces de algo grande y generoso. Es proponérselo.

Las calles del casco antiguo, rodeando la catedral, parecen un laberinto al principio, apto para extraviarse. El forastero se pierde en ellas, dando vueltas entre casas humildes y palacios. Silencio. Se rueda. Pero cuando ya está familiarizado, aprende el mapa mentalmente y se sitúa. Dirige sus pasos sabiendo a dónde va. No vacila. Entre vericuetos empedrados de adoquines, el estrés se diluye. Nos hemos perdido y encontrado. El laberinto siempre está en nuestro interior, retándonos.