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El hijo llegó antes de tiempo, e informado por su madre de la neura paterna, se acercó a su habitación y le dio un beso.

- No, melancólico, no, ¡ por favor! Te prefiero agresivo, papá. Anda, dime que este chándal es hortera y que mis zapatillas deportivas son horrendas. Dime que soy un nuevo rico y un analfabeto, anda, uno que no ha leído siquiera «Don Quijote»…

El padre hubiera querido que su hijo hiciera Ciencias, pero él escogió Económicas, y luego se hizo abogado. Sostenía que era la combinación perfecta para ganar mucho dinero, y así había sido. Especializado en quiebras y suspensiones de pago, en menos de 15 años se había hecho construir un caserón en Son Rapiña, adonde iban ahora a pasar unos días. Bajaron a la plaza, se subieron al BMV, el hijo junto al padre. La lluvia había cesado.

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- Toca, papá, toca esos muslos. Estoy hecho un mulo. Me acosté tarde, pero ya llevo dos horas de tenis. Toca, toca. No llevo a Mozart a bordo, lo siento, pero te pondré uno de la Pantoja. ¡Ahí va!

Atravesaron Palma silenciosa, desierta bajo un cielo caliginoso. Cuando el coche traspasó electrónicamente la barrera del caserón, apareció toda la family.

- ¡Entrad por el office, ¡por favor! ¡Y cuidado con el césped -gritaba la nuera.

La nuera se llama Virginia y es natural de Porreres. Los nietos son: Alex, Monty y Sabina. Y el perro se llama Lassie…