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Sentado semanas atrás, evidentemente en el Bar Bosch, entablé conversacion con un caballero belga, periodista él, y me dí la satisfación de informarle sobre las Fiestas.

— No, en las Fiestas de Mahón no se lanzan avellanas, ni se exhibe el arrebato tribal de las de Ciutadella.

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Fiestas de Mahón, como las de los otros pueblos, que son una voluntariosa y a veces menesterosa copia. Se trata, mayormente, de beber el gin local en cantidades industriales y hacer levantar los cuartos traseros y mantenerlos encabritados el mayor tiempo posible, mientras el gentío grita ¡olé! a cada evolución eréctil y palpa voluptuosamente la geografía caballar. La fiebre del equino va en aumentando en tal proporción que 50 años atrás participaban en Mahón 50 caballos, mientras que en las pasadas fiestas en Ciutadella han sido cerca de 200.

En Ciutadella, los protocolos para un ortodoxo desarrollo de las Fiestas —siempre en mayúsculas— rozan la condición de sacrosantos... En Mahón llevan ya algún tiempo confeccionando unos protocolos ad hoc, conscientes de que estos nunca alcanzarán el otro rango.

Entre Mahón y Ciutadella, la rivalidad es ridícula. Al parecer, los ciutadellencs no han olvidado todavía que los mahoneses no acudieran en su ayuda cuando Barbarroja y los suyos saquearon la ciudad. Ítem más, los pérfidos británicos que ocuparon la Isla durante casi todo el siglo XVIII, traspasaron la capital a Mahón. Fundamentado sobre su poderío naval, el puerto de Mahón tenía que su base...