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Desde muy joven siempre lo he tenido claro: nunca me dejaría leer la mano, ni llamaría al tarot, ni me dejaría seducir por ninguna videncia. Sin embargo, la necesidad me reabrió la curiosidad de saber cuándo encontraría trabajo. Vamos, que me río de las informaciones en los noticiarios de la televisión cuando repiten como día de la marmota que hay depresión postvacacional. ¡Venga ya! Si aun hay muchísima gente que no tiene un trabajo digno. A lo que iba. al final acudí a una buena persona que se dedica a las artes adivinatorias. Todo iba bien, o por lo menos me gustaba lo que escuchaba, hasta que me dijo que me iba a reencarnar. ¿Cómo? ¿yo reencarnarme? Esa idea me trastocó. Necesitaba terapia amigos, se lo comenté a unos cuantos. Todos coincidían: "¡Y eso es lo peor que te ha dicho!". Para mí sí, porque no creo en la reencarnación. Reviví momentos de crisis existencial en el colegio cuando por lectura obligatoria teníamos a «San Manuel Bueno Martir», de Miguel de Unamuno. Y me dije a mi misma que daría importancia a lo que yo creo, a lo que me hace feliz, y me serena. Estas artes adivinatorias a las que sucumbí beben del hinduismo.

Después me serené, y en ese razonamiento consideré que realmente si las personas creyéramos en la reencarnación el mundo sería mucho mejor. Es decir, si mañana mueres (acto imprescindible para reencarnarte) y te reencarnas en un sirio, ¿pondrías hoy alambradas?. Si fueras un león ¿irías a cazar?. Por lo menos te hace pensar, recapacitar que en esta vida hay que ser buena persona.

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Porque estamos de paso. Nadie ha bajado de allá arriba para contarnos nada. Hay que creer en lo que buenamente creas para tu paz interior. Por otra parte, al margen de la espiritualidad, las ideas que te pueden transmitir en un momento de tu vida vulnerable que si no muestras fortaleza te manipulan y te acercan al caos. Desde un punto de vista más general, así crecen las guerras, manipulando a la gente aprovehando su precariedad. Ahora con mi experiencia ya puedo decir 'no' a las artes adivinatorias. Y es que la incertidumbre trae de cabeza al ser humano. Tenemos miedos que queremos que otros nos disipen para tener cierta ventaja y manejar mejor nuestra vida. Y lo cierto es que nada cambia después de una lectura adivinatoria. Que sigues siendo tú con tus retos diarios. Y que la suma de las experiencias es lo que te hace ser sabio, y poder ayudar a tus hijos. Pero es que hasta tus hijos por más que les guíes también tiene el derecho a equivocarse y hacer su propia mochila de experiencias. Me quedo con lo bonito, porque eso sí alimenta la firme voluntad de ser feliz.

@sernariadna