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Las madres tienen un sexto sentido que consiste en teñir de alarmismo apocalíptico cualquier viaje que hagas. En mi caso, mi madre lo sufre por partida doble ya que cuando no soy yo el que está descubriendo mundo, es mi hermano el que se larga, aunque él me lleva una vuelta al planeta y pico de ventaja. Pero sin duda y por muy lejos que nos vayamos, la que más valor tiene es mi madre que lo aguanta estoicamente.

Para una madre, que su hijo se vaya a la India, por ejemplo, es motivo de jamacuco. Porque ha leído en internet que es un lugar muy malo, muy sucio y muy pobre y por lo tanto el índice de riesgo aumenta hasta defcon 2 o alerta roja. «No bebas agua del grifo», «Cuidado con lo que comes», «No hables con desconocidos»… Son algunos de los consejos que te brindan tras llegar a la conclusión de que lo primero que harás al pisar el suelo indio será ir al bar Casa Ahmed, que es el equivalente al Casa Paco, a pedir un vaso de agua de deliciosa pero extrañamente amarilla y maloliente agua de grifo, como si te diera igual pillar una infección de caballo.

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Una madre pensará que su hijo o hija es un descerebrado al que le gustan los riesgos y vive la vida al máximo. «Si vas a nadar ten cuidado con los cocodrilos», te recomienda para quedarse más tranquila. No sirve de nada decirle que tampoco esa idea en concreto entraba dentro de tus planes, que le has cogido cariño a la vida y que tampoco hay que venirse arriba con lo del espíritu aventurero.

La sabieza de una madre es como la Wikipedia… Nadie conoce sus límites. Puede que lo más cerca que haya estado de un desierto en su vida sea aquel día en el que tú tenías cinco años y te llevó a jugar al banco de arena del parque. Pero si tú vas al desierto ella tiene clara dos cosas: «Cuidado con los bichos» y «abrígate que por la noche refresca». Puede que no dé por sentado que a ti ni te apetece morir devorado por un animal ni pasar frío por lo que ve la imperiosa necesidad de avisarte.

En realidad mi hermano y yo tenemos mucha suerte. Además de tocarnos una gran madre, hemos encontrado en ella una amiga a la que seguramente nunca podremos llevarnos a saltar en paracaídas pero que tendrá el detalle de recomendarnos que no lo hagamos sin revisar que llevamos la mochila. Tampoco creo que se anime a bucear con tiburones blancos pero seguro que nos prohibirá sacar los brazos fuera de la jaula.