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Los bonsáis se malogran mayormente por el agua, si tienen demasiada malo, y si no tienen, peor. En la industria sutil de la amistad, suele malograrse esta por un mal manejo de la sensibilidad. La semilla de la amistad es tan invisible, o aún más, que las esporas con las que se reproduce el mundo de la micología. Fíjense, por ejemplo, en esa perversidad de la amistad interesada, de cuando le dejas dinero a un amigo que quizá está pasando una mala racha. Qué buen amigo resultamos cuando dejamos, pongamos, 2000 euros. Pero luego viene el incumplimiento a la hora de devolver lo prestado y con ello las malas caras, ahora no puedo… ahora me pillas mal, y finalmente lo que sucede es que el dinero que dejaste al amigo te lo devuelve un enemigo, y gracias si lo recuperas.

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Dicen quienes lo saben que el que tiene un amigo tiene un tesoro. A ese punto permítaseme una precisión. Para mí tengo que el amigo no es aquel que acude cuando le llamamos, si no aquel otro que no aguarda ser llamado pero acude cuando le necesitamos. Eso es oro molido porque la semilla de la amistad, con ser muy escasa, es además de ordinario, frágil como el cristal. La sensibilidad es la que debe de ser capaz de conseguir que el cristal no se nos quiebre.