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He podido visitar la magnífica exposición «Tutankhamon. Imatges d’un tresor sota el desert egipci» en el Centro de Arte e Historia Ca n’Oliver de Mahón. Las fotografías muestran el descubrimiento de la tumba del faraón por parte del arqueólogo británico Howard Carter y su mecenas Lord Carnarvon, en 1922. Hacía más de tres mil años que estaba enterrado y oculto con su tesoro. Tutankamón tenía 11 años cuando subió al trono y murió con 20, en 1327 a.C. Mientras recorría la muestra y leía las explicaciones de los paneles, he recordado la película «La Momia». No sé si la han visto. Es muy entretenida. El sumo sacerdote de Seti I, Imhotep, amante de su concubina Anck-su-Namun, cobra vida cuando profanan su tumba y desencadena un montón de plagas devastadoras. Esto pasa por desenterrar cosas. Los supersticiosos creen en maldiciones, como los racistas creen que son superiores a los demás. En «Indiana Jones y el arca perdida», otra película de aventuras, los nazis son devorados por un fuego abrasador al abrir el Arca de la Alianza.

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A pesar de las advertencias, seguimos desenterrando a los muertos. Puede que sea casualidad la aparición de nuevas plagas y desgracias: las moscas y cucarachas, la gota fría, los apagones, la Xylella fastidiosa, la procesionaria, el mosquito tigre, la destrucción y el caos en Barcelona, la parálisis de cualquier gobierno… ¿qué más nos puede pasar? Algo habremos hecho mal para merecer tamaño infortunio.