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«El orgullo divide a los hombres, la humildad los une».
Sócrates.

¿Quién es? Pocos saben que su padre le pidió perdón por haberlo preparado para un mundo que pronto dejaría de existir. Una preparación en valores. Se cumplió el pronóstico. Y cierto día (¿cuándo?) esos valores huyeron de su país… Sin embargo, el desconocido permanece aferrado a ellos, como se aferraban a la balsa de la medusa sus náufragos sin aurora…

¿Quién es? ¿Pedro Sánchez? No. Él no comulga con el maquiavelismo y sabe, a ciencia cierta, que no todo vale, que el fin, generalmente, no justifica los medios. Por otra parte no es egocéntrico, ni narcisista. Ni miente. Y aprecia la palabra dada. No confunde el ‘yo’ con el Estado y sabe que la gloria es efímera. Como sabe que hay maneras y maneras de pasar a la Historia. Algunas harto tristes.

¿Tal vez Carles Mulet, de Compromís? En absoluto. El personaje es consciente de que los hospitales estatales son costeados por los impuestos de los españoles y que, entre ellos, hay católicos. Consecuentemente, no se le habría ocurrido jamás solicitar, como ha hecho don Carles, la anulación de la asistencia religiosa a los enfermos que pasan –o se quedan- en los centros sanitarios públicos, en un acto de mezquindad y miseria moral difíciles de superar. Anida en Él, y a diferencia de Mulet, la caridad, la bonhomía, la sensibilidad… Probablemente tampoco pediría la supresión de la retransmisión dominical de la Santa Misa en la Segunda Cadena (de seguro, el siguiente paso), un espacio visto principalmente por ancianos, solitarios y enfermos, algunos de ellos terminales…

¿Montserrat Bassa, a quien «(le) importa un comino la gobernabilidad de España»? ¡No! ¡No! Porque si Él hubiera formulado esa premisa hubiera tenido igualmente la dignidad de abandonar su escaño, su sueldo y sus prebendas. Ese escaño, ese sueldo y esas prebendas que emanan, precisamente, de ese aborrecible país y de su nauseabundo parlamento. Él sabe de coherencia y poco de visceralidad…

¿Quién es? –te preguntas tú también-

No es Pablo Iglesias ni Irene Montero, unidos en querencia y ministerios… Él no aplica una doble moral. Y se imagina ahora a Mariano Rajoy compartiendo «consejo de ministros» con su esposa y lo que Pablo habría dicho/vomitado, años ha, en tal tesitura... Él, a diferencia de Pablo, seguiría aferrado a los suyos, en su vivienda, con su gente, ajeno a la ‘casta’ ¡Malditas hemerotecas!

- Tal vez –te dices- posea algo de Ana Oramas, de Coalición Canaria. Porque, al igual que ella, a la hora de elegir entre disciplina de partido y conciencia, habría optado, sin dudarlo, por la segunda. Rara avis lo de Oramas…

- Y sueñas…

- Como sueña Él en un Parlamento totalmente copado por diputados que anteponen sus principios al dictado de su formación. Y es –lo sabes- un bello sueño…

- ¿Y?

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- Evidentemente Él no habría pactado con quien, directa o indirectamente, hubiera hecho de la violencia y la muerte herramientas de una causa…

- ¿Y?

- ¿Casado? ¿Arrimadas? ¿Abascal?

- En absoluto. Él no entiende de omisiones, ni de banderas preñadas de nostalgias fratricidas, ni de irresponsabilidades, ni de «cuanto peor, mejor»

- ¿Lo sabes, no?

- Lo sabes… Él no existe. Pero debería…

- No está, pues, en parte alguna. Su equipaje, como el machadiano, de existir, hubiera sido ligero. Yacería en él la argumentación, la objetividad, el trabajo, la capacidad de diálogo, la creencia férrea de que las lenguas son herramientas para la comunicación y no para la confrontación, el convencimiento de que yermo es levantar muros y fructífero derribarlos, el sueño de una España finalmente reconciliada, el anhelo de una derecha y una izquierda desnudas de viejos prejuicios y ancestrales resentimientos, el ansia de imparcialidad y el empeño por parir una sociedad en la que se deje de pensar en las próximas elecciones para meditar sobre el futuro de hijos y nietos, etc…

- ¿Él?

- Un fascista, seguro… Y en eso coincidirán izquierdas y derechas…

- ¿Él?

- Una quimera. Un anhelo… Tan solo eso… Que no es poco…