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La muerte de Maradona me ha dejado indiferente. Cada día que pasa siento menos interés por los que se ganan la vida con los pies sin necesidad de tener algo interesante en la cabeza. Pero, en cambio, el fallecimiento de Pere Melis Nebot a muchos nos ha removido los sentimientos.

Siempre le veré delante del ordenador de su periódico digital, durante horas infinitas, actualizando noticias, también desde su casa, a cualquier hora. Nunca escatimó tiempo al trabajo. Y como nos pasa a todos en esta hermosa y esclava profesión, robando tiempo a su familia, un tiempo que nunca se puede devolver. A veces sientes que el oficio nos pasa factura.

Siempre fue fiel a su diario y a la empresa que hay detrás. Fue una de las personas que en días turbulentos, en los que nos jugábamos la superviviencia del diario, estuvo a punto para publicar aunque fuera un periódico de pocas páginas. Fidelidad y esfuerzo cuando se trasladaba todos los días a Ciutadella donde ejercía de redactor jefe y volvía a casa cuando ya no circulaban casi nadie por la ‘general’.

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Creo que había heredado el corazón de su padre, el gran Pere Melis Pons, la bondad que nunca sale en el currículum, pero que es necesario valorar de quien comparte mucho tiempo de tu vida.

Se enfadaba pocas veces y casi todas por cosas de poca importancia, como una derrota, quizás injusta de su Real Madrid, el equipo de la ciudad donde nació. Era heredero de esas redacciones en que después del cierre, algún día, se jugaba a cartas y se fumaban puros. Hoy, todo es más profesional y frío, pero el humor de Pere podía cambiar el ambiente.

A veces el corazón y el cerebro no se ponen de acuerdo. Y es inútil buscar la justicia de las cosas cuando algo es irreversible. Por eso, al final nos quedamos con los buenos recuerdos, aunque nos sintamos un poco más solos. Y nos convencemos de que el camino recorrido ha valido la pena.