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La recuperación de la Illa del Rei en los últimos quince años es uno de los logros más importantes e insólitos, con un coste mínimo y un resultado máximo, de lo que llevamos de siglo XXI. El desembarco de Hauser & Wirth hace que este proyecto, hasta ahora movido solo por el espíritu de los voluntarios liderados por Luis Alejandre, pase a otro nivel. Todavía conservará quizás cuatro años más la implicación total de ese amplio colectivo internacional de casi 150 personas que todos los domingos regalan su tiempo, que empezaron desbrozando el camino de entrada y que al final han mejorado con creces lo que fue el hospital en sus mejores épocas, antes de su abandono en 1964. Pero la Illa del Rei ya no es ese reto de 2004, de recuperar un patrimonio olvidado y no valorado. Hoy ya es otra cosa y en cinco años más su transformación habrá sido completada.

Los padres y madres de esa aventura, constante y disciplinada, merecen disfrutar del tiempo que viene, para dar paso a una nueva generación y a una nueva realidad. En sus inicios fueron «okupas ilustres», con el paso de los años han conseguido que el Ayuntamiento ceda el uso del islote a su Fundación. Ahora ya no son los únicos inquilinos. Comparten la tierra y los objetivos con una multinacional del arte con argumento, a la que ellos mismos invitaron a entrar, y que no habría desembarcado nunca allí sin que estos voluntarios de película hubieran extendido la alfombra roja. Su lucha, que ha provocado alguna herida inevitable, se acerca al final, que siempre representa alcanzar la victoria, conseguir cruzar la línea de meta.

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Ayer, la Illa del Rei se vistió de gala. Un selecto grupo de invitados brindó por un proyecto artístico que ya está creando dinámicas poco habituales y positivas en la Isla de la calma.

Quizás se acerca el momento de reconocer a Luis Alejandre y a los voluntarios de hoy y de ayer un trabajo bien hecho, un objetivo cumplido, una batalla ganada.