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No descarto que terraplanistas y sanchistas tengan algo en común: puede que pequen ambos de creer lo increíble. Sin duda estos dos grupos de creyentes opinarán de quienes desconfiamos de Sánchez o pensamos que la tierra es esférica que vivimos engañados. Los primeros nos supondrán víctimas de teorías conspiranoicas que nos empujan a no dar crédito a la versión oficial defendida por El País, RTVE, la Ser y demás medios adeptos a la causa y que ellos consideran ponderados mientras nosotros los estudiamos con la mosca detrás de la oreja.

Los segundos pensarán que vivimos engañados por la NASA, la ciencia, los chinos, los rusos, por el National Geographic, la ONU, por Maroto y por el de la moto.

Mi impresión a bote pronto es que en estos dos asuntos, la verdad (sin que sirva de precedente) coincide con lo aparente, sin necesidad de buscarle tres pies al gato:

Quizás simplemente Sánchez parezca un tramposo porque sea un tramposo. Y es más que probable que la tierra parezca esférica a todos los efectos porque sea esférica.

Por supuesto que he elegido a Sánchez como ejemplo en esta cariñosa reflexión no porque sea el único que va a lo suyo en política. Le menciono sólo porque creo que es, de lejos, el mejor dotado en el ancestral arte de dar gato por liebre, pero doy por sentado que Feijóo, Abascal, las diversas Monteros/as/es, Garzones, Rufianes y Puigdemones junto al resto de vividores, sólo necesitan algo de tiempo y un disciplinado entrenamiento para acercarse a la maestría de Pedroantonio (superarle lo considero inviable).

Si aceptamos lo anteriormente expuesto como verosímil e incluimos una nueva variable (el chiringuitismo), cabría preguntarse qué resulta más ventajoso para la proliferación de chiringuitos, ¿un entorno plano?, ¿una gran pelota girando a toda leche?, ¿un gobierno de izquierdas?, ¿uno de derechas?

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Personalmente apostaría a que la configuración terrestre y el partido gobernante resultan irrelevantes a la hora de crear sueldos de ochenta mil pavos adjudicables a personas adeptas, cuñados o simplemente sujetos que quedarán convenientemente agradecidos de cara al impredecible futuro.

Un estudio sobre los nombres elegidos para los chiringuitos quizás no daría pistas sobre si los beneficiarios son o no terraplanistas, rojos, morados, verdes o azules; lo que sí revelaría es el grado de creatividad de los diseñadores de esos acogedores refugios de caraduras esferoidales con bastante morro (plano).

Por ejemplo, el chiringuito que instaló Ayuso para Toni Cantó no destaca por la creatividad en su denominación:

Oficina del español, llamaron al nicho. Lo de «oficina» nos transporta dulcemente a la idea de un pavo (Toni, en este caso) parapetado tras un escritorio de atrezzo abierto de martes a jueves de once a doce y cuarto. Lo de «español» evoca el vuelva usted mañana. Tengo entendido que el amigo Cantó renunció hace poco al sabroso caramelo, no sabemos si por vergüenza o porque le ha salido un chollo mejor. En cualquier caso estaría bien saber si alguien ha heredado el puesto tras su renuncia y tampoco estaría mal conocer lo que ha costado hasta la fecha el invento (quizás tuviera secretario, ordenanza y quién sabe si subdirector y asesores) y qué importantes trabajos ha realizado con esos medios para ayudar al «español».

Otros chiringuitos sin embargo han sido bautizados con nombres infinitamente más creativos. Uno que pende del Ministerio de Derechos Sociales se llama (y no es coña) «Dirección general de políticas palanca para el cumplimiento de la agenda 2030». También alguien creó de la nada, como en el Génesis, la «Oficina nacional de prospectiva y estrategia de país a largo plazo». Con este nombre imagino que el afortunado capataz del chiringuito se llevará a casa no menos de 90 mil pavos más dietas.

En Balears también tenemos chiringuitos con nombres evocadores. Lo crean o no, existe a día de hoy una «Dirección general de políticas para la soberanía alimentaria». Chúpate esa.

Entre tantas dudas hay al menos algo seguro: usted y yo, paciente lector, pagamos los festejos, seamos terraplanistas, sanchistas o mediopensionistas.